Por definición generalmente aceptada, la familia es: el núcleo originario de la sociedad. Cuando la raza humana dejó de ser nómada y se convierte en sedentaria; ese núcleo familiar se asentó en un espacio que denominamos: “hogar”. Ahí se forjan, los valores que caracterizan a sus integrantes. A modo de ejemplo, nos limitaremos a solo citar algunos de ellos, veamos: Respeto, Solidaridad, Honestidad, Responsabilidad, Disciplina, etc.

La educación escolar, cuyo escenario es la “escuela”, es el próximo requerimiento para afianzar, ampliar y reforzar los valores aprendidos en el hogar. Las bondades de la vida en sociedad dependen en gran medida, de la existencia y certidumbre de valores como los precitados.

Se puede observar que, hasta este punto nos hemos referido solamente a los valores forjados en el “hogar”, y reforzados en la “escuela”. Para cerrar este círculo virtuoso, lo hacemos señalando que, es imprescindible la participación del Estado, a fin de garantizar la existencia de principios tales como: Democracia, Libertad, Justicia, Equidad, Derecho, y otros que, combinados con los valores arriba mencionados, harían posible convivir en paz y armonía.

Es importante acotar que, para disminuir la ocurrencia de hechos delincuenciales a todos los niveles, debemos ir a las raíces. Es decir: hacer que los valores y principios antes mencionados operen con eficiencia y eficacia; los resultados no van a ser inmediatos.

Sin embargo, con el paso del tiempo, las generaciones futuras estarían dotadas de recursos morales que, lamentablemente hoy han desaparecido.
La apatía colectiva que se percibe ante la degradación de la sociedad en lo concerniente a la moral y el decoro es asombrosa. Las noticias sobre: Inseguridad ciudadana,

Criminalidad, Violencia intrafamiliar, Violación sexual, Corrupcion, Impunidad, etc., colman los espacios en los medios de comunicación escrita, radial, televisiva y digital. Si esta situación continúa, la realidad habrá de superar la percepción. Ojalá que todos reaccionemos para evitarlo.