La semana pasada en Honduras una niña de apenas 13 años llamada Soad Nicole Ham fue encontrada en un basurero, con señales de haber sido torturada antes de finalmente ser estrangulada hasta su muerte. La niña fue el rostro de protestas estudiantiles contra una extensión de los horarios de clases en el país centroamericano, algo que obligaría a aquellos que asisten a clases en las tandas vespertinas a regresar a sus hogares en horarios inseguros. Hoy, y probablemente nunca, habrá certeza de si la niña murió por acciones de miembros del gobierno hondureño, la oposición o la criminalidad rampante en ese país. El caso de Soad Nicole Ham debe servir a jueces, fiscales, políticos y a toda la sociedad dominicana como el recordatorio de la consecuencia ineludible de la impunidad y como esta termina afectando a todo un país. Por el camino que vamos la pregunta no es si esto llegará a ocurrir en República Dominicana, sino cuándo y cuál será el hijo o nieto que vivirá un destino como el de Soad.
La impunidad y la corrupción en Honduras han sido una constante por décadas al igual que en nuestro país. Sin embargo, Honduras ha sido una ruta del narcotráfico por mucho más tiempo y con mayor intensidad que la que hasta ahora hemos recibido nosotros, aunque lentamente nos estamos abriendo camino hacia eso.
La incapacidad de la justicia hondureña de castigar los actos más simples de corrupción política y la criminalidad de los organismos policiales y militares, abrió el espacio para que el crimen organizado penetrara los estamentos políticos y castrenses del Estado, y beneficiarse de su poder y alcance, pero muy especialmente para explotar su impunidad. Desde entonces Honduras ha sufrido narcogolpes de Estado ejecutados por militares leales a narcotraficantes, los poderes del Estado están ampliamente involucrados con el crimen organizado, vive en perpetua inestabilidad política, y es el país más violento del mundo con casi 100 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Pensar que mantener la impunidad a favor de una pequeña élite política sólo quedará limitada al alcance de los actos específicos y conocidos de esa élite, es cuanto menos ingenuo. La impunidad ineludiblemente crea un riesgo moral alrededor de todo el aparato estatal, que estará incentivando a asumir riesgos mayores cometiendo crímenes más graves contando con el hecho de que nunca habrán consecuencias. Esto va a reducir a la República Dominicana a una realidad desesperada como la que hoy vive Honduras.
Son momentos tristes para República Dominicana y Honduras. Mi más sentido pesar a los padres, familiares y amigos de Soad Nicole Ham, solo espero que mí país pueda despertar a tiempo antes que terminemos con una tragedia como la de esa niña, y en un estado de situaciones tan insalvable y difícil como por el que hoy vive Honduras, y todo porque los fiscales, jueces, políticos, militares y cada uno de los dominicanos seguimos siendo prisioneros del inmediatismo.