Aspiro a que un día, la diosa Temis se quite la venda para que vea las injusticias que cometen los que administran justicia en República Dominicana. Me impacta cada vez que veo que por una simpleza, una persona seria y de principios es enviada a la cárcel por el simple capricho de un fiscal que le solicita a un juez una orden de prisión y el juez se la concede como si se tratara de un secretario al servicio de éste.
Recuerdo, por ejemplo, el caso de un chofer de Boca Chica que fue apresado junto a otros por apedrear un autobús, porque el conductor estaba operando en una ruta que no le pertenecía. Claro está que la acción es reprochable, pero no inexcusable, puesto que se trata de una reacción ante alguien que intervino en una ruta en la que no estaba autorizado a operar. El caso bien pudo haber sido resuelto con un acuerdo de compromiso.
El chofer del que les hablo era una de las personas más serias que he conocido. En esa ocasión, visité al procurador de ese entonces, mi “amigo” Francisco Domínguez Brito, y le expliqué la situación, pero éste al final terminó solicitándole medida de coerción y el conductor murió en la cárcel, avergonzado y apenado. No soportó la vergüenza de a sus 70 años verse en una cárcel por primera vez en su vida. Igual está ocurriendo con el caso de un residente del residencial donde vivo. Se trata del señor Samuel Cepeda, presidente de una de las juntas de vecinos de Ciudad Juan Bosch.
Samuel sostuvo un pleito a trompadas con uno de los vecinos que se niega a pagar el mantenimiento y un mes después, para su sorpresa, fue apresado, sin nunca haber sido citado, ni interrogado en virtud de una orden de aprensión que solicitó en su contra la Fiscalía de Santo Domingo Este, la cual, sin antes haberlo escuchado, le está solicitando medida de coerción, consistente en prisión preventiva.