Opinión

La soberanía no se negocia

La soberanía no se negocia

Ramón Rodríguez

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Minutos antes de escribir este artículo, llegó a mi mente el nombre de un genio de la literatura: James Joyce, quien con todo el orgullo que caracteriza a los irlandeses, expresó sin inmutarse que había escrito su obra cumbre »Ulises» con toda la intención de que los críticos se mantuvieran ocupados por 300 años analizando su obstrusa creación literaria. Pues, a veces pienso que sucede lo mismo con algunos sectores que lucen interesados, en que los dominicanos nos mantengamos atados al tema haitiano, haciéndonos soslayar temas fundamentales de la vida nacional.

Recientemente recibí ríspidas críticas por señalar que el pueblo haitiano era heroico, pues había logrado su independencia en una compleja revolución donde el valor se hizo presente para derrotar nada más y nada menos que a la legendaria figura de Napoleón Bonaparte, representado por su cuñado, Víctor Manuel Leclerc. Y expresé algo más: recordé que el propio padre de la patria Juan Pablo Duarte se había desbordado en elogios por la bravura del pueblo haitiano. Ahora bien, de ahí a aceptar que países poderosos y organizaciones internacionales quieran otorgar licencia al país vecino para que atente con nuestra soberanía, es algo totalmente inaceptable.

La existencia de Haití en este territorio que compartimos, es de alta categoría histórica. Por lo que, se hace imprescindible hacer algunos señalamientos históricos, atendiendo al hecho, de que incluso, algunos dominicanos han comprado la falsa idea de que la isla es una e indivisible, con lo que se envía el falso mensaje de que los dominicanos hemos sido »los intrusos.

¿Y cuál es la realidad de los hechos? El maestro de la política dominicana, el prócer Juan Bosch, fue muy enfático al expresar, que el destino de los pueblos del Caribe dependió de las luchas imperialistas que habían desatado Francia, Holanda, Inglaterra y una España, que aunque dueña de estos territorios caribeños, no tenía el arsenal para salir airosa en esas contiendas bélicas, pues como tantas veces insistió el maestro vegano, España no pudo formar una burguesía capaz de competir en igualdad de condiciones con Francia, Inglaterra y Holanda. Sencillamente, España no podía darnos lo que no tenía. Nos trajo el evangelio, sus animales, su costumbre, pero no así los avances del capitalismo.

Es menester que digamos con mucha claridad, que lo que hoy es Haití, eran los territorios situados al oeste de Santo Domingo. De manera pues, que la verdad histórica es, que los que íbamos a ser dominicanos a partir del 1844, perdimos un tercio de la isla por la debilidad de España, que no tuvo la capacidad de conservar sus territorios y peor aún, pues luego, con el tratado de Ryswick del 20 de septiembre del 1697, nos cedió a Francia para sellar la división de la isla.

El Nacional

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