Estuve en la presentación de Rey Andújar, auspiciada por la Editorial Isla Negra y antes, en la presentación del poemario de Alina Santiago, todo sucediendo en la Sala Manuel Rueda, artista renacentista, músico, crítico de arte, poeta, a quien se dedicó la Feria del Libro de este año.
Andújar resultó el más simpático y divertido de los exponentes que he escuchado, porque incorpora el teatro para sus muy eruditas presentaciones sobre literatura dominicana y él mismo se pregunta y responde, lo que provoca el interés y la jocosidad en el público. Alina es la más conmovedora de las poetas boricuas que he conocido y en ese sentido atrapa con la sinceridad de sus relatos al hablar de su poesía; Carlos Roberto es enérgico y preciso como una flecha en lo que a su especialidad concierne. Siempre actúa como coordinador de las delegaciones de escritores y profesores puertorriqueños que trae al país y a la Feria.
Cuando ya me iba, entró un contingente de estudiantes que se sentó detrás, quizás atemorizados por la solemnidad del espacio y llegó un poeta, que resulto ser de Bolivia, mi cuarta patria, por esa cualidad que tiene el boliviano de dar cariño, y adoptar desde su estatura aymara, a caribeños que les duplican en altura, como a niños pequeños, con deliciosos diminutivos y atenciones maternales, como si entendieran que mientras más cerca se está de las nubes más imprácticos somos los poetas de estas islas.
El poeta en cuestión era apellido Chávez, como otro poeta Chávez que conocí en el Festival de Poesía de Medellín, pletórico de humor e ironías, pero uno vive en La Paz y este en Santa Cruz, los dos polos de la Bolivia de hoy, no solo en términos del clima sino políticos.
Al dar una ojeada al público el poeta entendió que esos jóvenes presentes necesitaban una introducción a su país, no una ponencia erudita y se embarcó en una clase de geografía, explicando la mediterraneidad de su país, su ausencia de mar, el cerco de las montañas, el Amazonas, para luego narrar cómo esas características han influenciado a la gente del país y su producción literaria.
Por el aprendí que la zona periférica de La Paz, lo que ahora se llama El Alto, tiene más importancia económica que la capital, algo como lo que está sucediendo con la Zona Oriental versus el por desplomarse viejo Santo Domingo, y que los jóvenes Aymaras de hoy no están aprendiendo español sino chino mandarín, porque son vendedores cuentapropistas y están negociando con la China, como un recurso de sobrevivencia.
Y pudo mantener mi interés y el de la juventud, y enseñarnos, y eso se llama un intelectual.