Desde que se suscribió a finales de los años cincuenta del siglo XX la Comunidad Europea del Carbón y del Acero hubo aprensión por la conducta de los ingleses. En los años sesenta Inglaterra quiso entrar a la Comunidad y también hubo quienes temieron porque tarde o temprano saldría, apostando a cualquier otro proyecto.
Hoy sería un error de los europeos desmontar un proyecto que les ha costado tanto esfuerzo. La Unión Europea, como universo político y económico de vocación integral, debe defenderse a cualquier costo, por encima de cualquier presión solapada, abierta o soterrada. Demás está decir que las uniones hacen la fuerza. Es cursi, pero jamás sobra.
Desde el Caribe podríamos sospechar que dentro de Europa, con su ayudita externa, se estaría conspirando para derrumbar algo que viene de muy lejos. Tal vez, suposiciones; pero son hermanos que han trillado un camino áspero con relativo éxito, y siempre habrá quien intentará demeritarlos, restarle crédito. Europa junta es un poder inmenso.
Los latinoamericanos hemos hecho importantes gestiones para desarrollar una entidad corporativa, más allá de tablas arancelarias. Para suerte de nosotros, sigue ahí, firme, el Caricom. Otros intentos aparecen y desaparecen. El ánimo hay que mantenerlo.
A Europa o la Eurozona, no obstante la crisis de uno u otros de sus miembros, le dará resultados y le ha dado mantenerse unificada. Son largos años a los cuales jamás podría renunciarse. Más solidaridad entre sí, mirarse más profundamente, tal vez sea necesario, lo mismo que periódicamente revisarse. Lo del Reino Unido plantea una revisión.