Hay puertas, hay otras puertas y las demás puertas. Puertas famosas y puertas no tan famosas, puertas que son simplemente puertas que sirven para entrar y para salir. También hay aperturas de puertas gloriosas y encierro de puertas nefastas.
De las puertas famosas habría que comenzar por la que San Pedro se encarga de cuidar a la felicidad eterna. Para entrar, los requisitos son variados y sobre todo exigentes. La otra, y como para enseñarnos la teoría de los contrarios hegeliana, las puertas del infierno. Ésas se cuidan aquí abajo y siempre están abiertas de par en par.

Es más o menos como un “entren’to”.

Hay otras puertas famosas ubicadas en distintos lugares y con significados históricos. Al Caballo de Troya lo entraron por una puerta y se ganó la guerra, o se perdió porque eso depende a cual lado se refiera. La puerta de Brandeburgo construida en 1791 en la que Napoleón y sus tropas, Hitler también, pasearon sus glorias y que en la última mitad de éste siglo simboliza la unión y también la desunión alemana (Hegel, otra vez) o la Puerta de Alcalá de Madrid que ya tiene su canción y también su coro.

En la República Dominicana también hay puertas, otras puertas y las demás puertas.

La históricas, una con el nombre de la Misericordia, no sé si a propósito para que Dios y la Virgencita de la Altagracia se apiadaran de todos aquellos que la cruzan, y la otra que de un Conde pasó a ser la Puerta de la Patria.

Pero también están las otras puertas. Por ejemplo, detrás de la puerta del Presidente Eterno estaban los que hicieron fortuna en su gobierno. La corrupción se detenía en la puerta de su despacho. ¡Tremenda puerta!: Las simplemente puertas, que sirven para entrar y salir, son variadas, de diferentes materiales, diseños y colores y con diferentes propósitos.

Por lógica las puertas que sirven para entrar y salir, se abren y se cierran siguiendo una práctica universal de seguridad y circulación