El dictamen de la Organización Mundial de Comercio (OMC), que culpa a República Dominicana de vulnerar reglas comerciales al imponer aranceles a importaciones centroamericanas de tejido tubular y sacos de polipropileno, debería servir de lección para que nunca más autoridades y sector productivo alienten aislacionismo o desinterés en proceso de resolución de conflictos en materia de comercio internacional.
La obligación de diligencia estuvo ausente ante la demanda incoada por Honduras, Costa Rica, Guatemala y El Salvador, lo que permitió que los alegatos de esas naciones prevalecieran ante la jurisdicción de arbitraje de la OMC. Sin adentrarse en consideraciones técnicas se sabe que el Gobierno dominicano estableció aranceles de hasta un 38 por ciento al ingreso de esos productos como respuesta a medidas proteccionistas aplicadas en los lugares de origen lo que constituye una práctica desleal de comercio incompatible con letra y espíritu con los acuerdos de libre comercio concertados con Centroamérica.
Aunque el Gobierno puede apelar el informe de la OMC que acusa al país de violentar un acuerdo de libre comercio, parece difícil obtener ganancia de causa porque la demanda en cuestión ha sido secundada por China, Unión Europea, Colombia, Estados Unidos y Panamá y porque la Comisión Especial de la OMC considera que no se justifica el gravamen objetado como salvaguarda a la industria local. La parte dominicana no presentó ante esa comisión de arbitraje datos fehacientes que pudiesen demostrar la existencia de un perjuicio al sector productivo nacional causado por formas de proteccionismo aplicada por países exportadores de esos productos. Como en otras ocasiones, los comisionados nacionales no lograron recabar a tiempo tales documentos.
Esa decisión de la OMC debe servir como reloj despertador para que Cancillería, Ministerio de Industria y Comercio y el Centro de Promoción de Exportaciones e Inversiones (CEI-RD) se conviertan en entes pro positivos que defiendan con uñas y dientes el interés nacional en materia de comercio exterior. Se recuerda que en julio de 1994, en Marrakec, África, en una reunión de la OMC, correspondiente a la Ronda de Uruguay, la delegación dominicana convino en liberar las importaciones de arroz, habichuelas, leche, carne, cebolla, ajo, entre otros productos, golpe demoledor para la agropecuaria nacional, que hubo que enmendar más rápido que inmediatamente. Gobierno y sector productivo están compelidos a despojarse de todo lo insular y a comprender que han ingresado a un exigente escenario internacional basado en la competencia comercial, regido por organismos internacionales en cuyo seno se debaten temas esenciales como la demanda incoada contra República Dominicana ante la OMC. No más inobservancia, negligencia ni indiferencia.

