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Línea y círculo

Línea y círculo

Orión Mejía

El liderazgo político insiste en mudar pasos en dirección inversa al caminar de la historia, más ensimismado en lidiar con la coyuntura que adentrarse en laberintos de un futuro retador ante el cual se requiere erigir un fortín previsor para impedir que la incertidumbre lastre los cimientos de la República.

La cuarta generación culpará dentro de cien años a los líderes de hoy por el holocausto institucional, económico, político y social que destruiría el gentilicio legado por los padres de la nacionalidad, desgracia histórica que atribuirían a que gobernantes y gobernaron apenas vivieron de lo comido por lo servido.

La condición de insularidad no debe ser asumida como maldición de los dioses para enclaustrarnos dentro de una isla extraviada en el mar junto a la porción territorial donde una vez Francia instaló una factoría azucarera con esclavos africanos, convertida hoy en una caricatura de nación sumida en la anarquía y hambre.

Nunca más se ha vuelto a hojear el Programa Estrategia Nacional de Desarrollo, convertido en ley para establecer una ruta de planificación de la economía y la sociedad hasta 2030, pero no hemos alcanzado siquiera la meta de instaurar un sistema de seguridad social garantista de servicio de salud y pensional.

Dios libre al escribiente de estos párrafos negar que República Dominicana ha experimentado un crecimiento material y en sus indicadores económicos, pero no así en sus índices de desarrollo humano, porque la pobreza y la marginalidad se convierten en enfermedades endémicas.

Gobierno, partidos y empresariado deberían agenciarse binoculares para que palpen con propios ojos el drama que abate al mundo de hoy, signado por la guerra Rusia-Ucrania-Occidente, recomposición del liderazgo global, crisis económica de Estados Unidos y Unión Europea y disrupción del comercio mundial.

Aun cuando somos una economía privilegiada por el ingreso de más de 40 mil millones de dólares anuales por turismo, inversión extranjera, remesas y exportaciones, la crisis de Haití emerge como un pasivo aterrador, más aun por las intenciones de grandes metrópolis de instalar aquí una cooperativa de miseria insular.

El Gobierno debería reflejarse en los espejos de Brasil, Chile, Colombia y Perú por solo mencionar algunos países de América Latina que bregan por sobrevivir a las tempestades del presente histórico, clara señal de que aquí se requiere caminar en línea recta hacia el futuro y no en círculo aberrante.