POR: Juán Luis Séliman Haza
Con el paso de los años, y ya peinando canas en los bigotes o en cualquier pelo que me encuentre en el sancocho, me he podido percatar de una tendencia en las personas, una especie de fuerza que inexplicablemente nos inclina, nos empuja, nos obliga, y nos hace proclives a poner cifras, a cuantificar y a llevar un registro numerado o inventario de todo cuanto nos rodea, de lo que hemos visto, de lo que vemos, y hasta de lo que pensamos que nos falta por ver, siendo especialmente generosos con nosotros mismos en esta última categoría, como consecuencia de una inconsciente búsqueda por perpetuar aquella maravillosa y cada vez menos escuchada aseveración de que “tenemos la vida por delante”.-
A esta manía de cuantificación, numeración, o listado existencial, no se logran escapar los relatos de nuestras aventuras de juventud, ni nuestro siempre abultado recuento de amoríos, ni se escapan los hechos históricos, ni el incesante conteo de las calorías que ingerimos, ni la cantidad de gobiernos que hemos visto comenzar y terminar, ni el incomodo record permanente que llevamos de nuestros amigos que se han ido al nunca jamás, y por lo regular con una exactitud que raya en la necedad, también llevamos un record de los niveles de colesterol y triglicéridos de nuestros últimos tres o cuatro análisis de laboratorio, todo lo contamos y cuantificamos en números.-
Los seres humanos sentimos fascinación por los números que condicionan nuestra caída existencia.- Creo que esta tendencia de poner números a los acontecimientos es tan antigua como la vida misma, y así vemos que desde lo más sagrado y sublime, la creación del cosmos, que tomo al Todopoderoso 7 días, y la entrega del Decálogo o Los 10 Mandamientos dados por el mismo Dios a Moises luego de agotar 40 días y 40 noches en el Monte Sinaí, pasando por el recuento de los 33 años de vida de Cristo y las 14 Estaciones del Viacrucis que ya no son 14 si no 15, desde que Juan Pablo II agrego una más, desde ahí, desde lo divino y hasta lo más mundano y terrible como la cuantificación de las víctimas de un desastre natural o el numero de huérfanos hijos de los conflictos bélicos, o las estadísticas que dan cuenta del numero de los contagiados con el VIH, y hasta los billones de dólares y euros que maneja el despreciable negocio del narcotráfico mundial, todo, absolutamente todo, el hombre lo lleva numerado, lo lleva cuantificado.-
Números y mas números.- En una abrupta caída desde mis elevadas ínfulas de incontestable relator universal, y descendiendo como en barrena a los inefables planos de la política dominicana, me encuentro ante las tristes circunstancias.

