Por más históricamente incompetente que haya sido la Organización Mundial de la Salud (OMS), Estados Unidos ha escogido el peor momento para cuestionar y justificar su retiro del organismo de las Naciones Unidas.
Si la entidad tiene sus fallas, que no se discute, países tan poderosos como Estados Unidos han podido hacer mucho más para que fuera más funcional.
Pero sin importarle la suerte de los millones de personas protegidas por los programas sanitarios de la OMS, sobre todo en estos tiempos de una pandemia como el coronavirus, Washington priva con su salida de los necesarios fondos que aportaba a la organización. Una insensatez.
Y no conforme todavía trata de justificarse con las inapropiadas críticas de su secretario de Estado, Mike Pompeo, a la gestión de la organización.
Es bien sabido que la solidaridad y la cooperación no figuran en la agenda del presidente Donald Trump, pero esa realidad ni la supuesta mala gestión de la OMS justifican su decisión de retirarse del organismo.
Aunque otras potencias como China minimicen la decisión de Washington nadie debe llamarse a engaño. Los aportes económicos de Estados Unidos son muy importantes para los programas de la OMS.