En cumplimiento con la ley 1-12 que instituye la Estrategia Nacional de Desarrollo, el Gobierno lanzó el miércoles la plataforma promocional “Marca País República Dominicana”, que servirá como herramienta principal para mercadear en el exterior el potencial nacional en turismo, inversiones, exportaciones, cultura y ciudadanía.
Se trata de una iniciativa trascendente, cuyos trabajos de diseño conceptual se iniciaron en junio de 2019, y fueron concluidos por una comisión multisectorial público-privada encabezada por el Centro de Exportación e Inversión (CEI-RD), que procura relanzar la imagen del país y de su gentilicio.
Es una pena que ese proyecto sufra algún traspié en su implementación como sería la versión que circula en las redes que vincula el diseño del logo con un posible plagio, lo que ha negado categóricamente el consorcio que tuvo a su cargo esa tarea.
Es de suponer que las empresas que gestionaron todo lo relacionado con esa estrategia mercadológica, cumplieron con formalidades esenciales o imprescindibles como emplear los filtros necesarios para garantizar que el producto final no fuera objeto de acciones contenciosas por asuntos de derecho de autor.
También que las agencias a cargo del proyecto habrían levantado encuestas y muestras de grupos focales o de interés en el país y en el exterior que sirvieran de insumo a los creativos del eslogan “La República del Mundo”, así como la descripción del vistoso logo, objeto de controversia.
El concepto Marca País, en su lema y en su logo, deben servir de amplia sombrilla que cubra en términos de contenido, o líneas gráficas, a todos los sectores productivos o entes culturales que formarían parte de la parrilla de promoción publicitaria y mercadológica. He ahí la delicadeza del tema.
Los suplidores del Estado están compelidos a ofrecer combinada obligación de diligencia y resultado, como garantía de que el producto ofrecido o el servicio realizado cumpliría con los estándares de calidad señalados en lo contratado, razón por la cual las autoridades deberían sugerir una revisión de la campaña Marca País, para subsanar posibles inobservancias.
Esos inconvenientes no restan valor al trabajo realizado por las agencias contratadas, pero la trascendencia del proyecto de relanzamiento del país y del gentilicio nacional, requiere despejar cualquier duda que aflore sobre calidad y alcance de ese proyecto, que en su esencia y propósito se acoge con entusiasmo.

