Las sorprendentes declaraciones del presidente de la Cámara de Cuentas (CCRD), Janel Ramírez Sánchez, de autodefinirse como un preso de confianza de ese organismo, revelan, sin dudas, lo defectuoso que está el sistema institucional dominicano.
Es nocivo y poco provechoso para la democracia y el andamiaje institucional, que un presidente del principal organismo auditor del organigrama del Estado revelara, además, que esa institución que dirige era inservible, al igual que su pleno.
Esas afirmaciones del actual presidente CCRD no deben tomarse como quien ve llover, ni mucho menos caer en la ligereza e irresponsabilidad de politizar el tema, cuando de lo que se trata es de un asunto tan serio y vital para el sostenimiento del sistema democrático dominicano.
Legisladores, políticos y sociedad civil, la Cámara de Cuentas es un organismo neurálgico, fundamental, para la salud ética y moral, la misma no puede ni debe estar sometida a conflictos de ninguna índole cada cierto tiempo. Eso frena el desarrollo material y espiritual del pueblo.
Pero lo que es peor, la CCRD no debe de estar sometida a los vaivenes políticos que tradicionalmente se han conocido, ya basta de la vieja política, de oprobio institucional. Eso desdice mucho de nuestra clase política y de todos los gobiernos que han gravitado desde que se inauguró el sistema de democrático en el año 1962.
Los actores políticos deben comprender que los “escrúpulos de María Gargajos” ya no son posibles, no caben en esta era de la transparencia y rendición de cuentas que se ha impuesto desde hace unos años desde litorales imperiales. De verdad que me lacera el alma presenciar un espectáculo de tan mal gusto como el que estamos padeciendo en la actual coyuntura con la Cámara de Cuentas y sus miembros.