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Marrero vivió unos primeros años de juventud lastrados por toda clase de carencias y vicisitudes sin cuento, plagados de peripecias y hazañas en cuanto a sobrevivir y buscarse la vida se refiere.
Su fugaz ejercicio como predicador de la Iglesia Bautista le dotó de la elocuencia y el convencimiento necesarios para que su auditorio e interlocutores lo escucharan con atención y admiración.
Agotadas ya sus posibilidades en el villorrio de San Rafael del Yuma, y en la bodega del “batey 45” del Central Romana, donde despechaba, y se infiere son de ahí el ambiente y los protagonistas Daniel Compré y de Cleto, el policía, personajes centrales de su reputada novela, se enganchó “de bola” en un camión, hasta llegar a las oficinas del periódico La Opinión en Santo Domingo.
“Yo soy Marrero, el joven que ha estado mandando colaboraciones y necesito un empleo”, dijo, con su característica amplia sonrisa, al director del periódico, Manuel Antonio Amiama, quien sin conocerlo ya le admiraba, por la calidad de sus colaboraciones y decidió emplearlo, y al poco tiempo era ya uno de sus principales reporteros.
Su capacidad intelectual y habilidad negociadora le abrieron el camino hacia Trujillo, que encontró en él a unos de sus mas eficientes colaboradores confiándole importantes misiones como constatar a enemigos políticos exiliados y la de regentear una oficina de prensa en la ciudad de Nueva York que se encargaba de velar por “la buena imagen” del régimen ante la opinión pública en esa urbe, que reunía el mayor conglomerado de antitrujillistas en el exilio.
En ese trajinar Marrero Aristy conoció y trabó amistad con el periodista estadounidense Tad Szulc, del New York Times, también intelectual de valía, quien, como reconocería en su articulo de “mea culpa”: Yo Maté a Marrero, utilizaría confidencias de una conversación que sostuvieron “off the record”, para elaborar un artículo crítico sobre la dictadura de Trujillo provocando la indignación del dictador y que muchos sitúan como el detonante para el fin de la carrera oficial y de la vida misma de Marrero Aristy.
Antes del explosivo escrito de Szulc, Marrero estaba ya en “la mira” por haber escrito sendos artículos en los que atacaba las difíciles condiciones en que se debatían los jornaleros del cacao, sin reparar en que Trujillo era el propietario de las extensas plantaciones cacaotaleras blanco de sus puntos de vista.
En el intrigante ambiente palaciego, en auge entonces siniestras figuras como el temido coronel Johnny Abbes, los escritos fueron utilizados para ensanchar el abismo de la caída en desgracia con el Jefe que venia minando la influencia de Marrero Aristy.