Opinión Articulistas Noticias importante

Momentos épicos dela tecnología en 2025

Momentos épicos dela tecnología en 2025

2025 fue el año en que la inteligencia artificial dejó de deslumbrar y empezó a cansar. No porque no funcione, sino porque se metió en todo, demasiado rápido y sin pedir permiso. Sora 2, Veo 3, Nanobanana y otras propuestas confirmaron que la IA generativa ya puede hacerlo casi todo, y justo ahí comenzó el problema.

El entusiasmo inicial dio paso al recelo. Hollywood se plantó, los estudios de animación marcaron territorio y más de una empresa que se vendía como AI First tuvo que bajarle la intensidad al discurso.

El rechazo a los anuncios navideños generados por IA de marcas como Coca-Cola y McDonald’s terminó de cerrar el cuadro: la gente no está en contra de la tecnología, está cansada de que se la metan hasta en la sopa. A esto se suma la degradación acelerada de las redes sociales, saturadas de contenido basura generado por máquinas, donde cada vez cuesta más distinguir valor, intención y verdad.

Como si hiciera falta más ruido, el año también nos regaló uno de los enfrentamientos más estridentes entre poder político y poder tecnológico. La relación entre Donald Trump y Elon Musk pasó del entusiasmo al pleito abierto en tiempo récord. Musk, convertido en figura clave durante la campaña, terminó dirigiendo una oficina creada prácticamente a su medida, desde donde hizo y deshizo con comodidad.

El quiebre llegó cuando aparecieron diferencias de fondo sobre el llamado Big Beautiful Bill. La salida de Musk del gobierno, prevista desde el inicio, fue todo menos ordenada. Hubo críticas públicas, reproches personales y acusaciones cruzadas que llegaron al extremo de poner sobre la mesa una posible deportación.

Aunque hoy se les vea compartiendo espacio con sonrisas medidas, el episodio dejó claro que estas alianzas duran lo que dura la conveniencia.

En casa, 2025 volvió a recordarnos una vieja fragilidad: la eléctrica. En un país acostumbrado a los apagones, aun así hubo episodios difíciles de justificar.

El apagón de más de cinco horas en el Aeropuerto Internacional de Las Américas, operado por una concesión privada, y el apagón general de noviembre, que dejó a buena parte del país sin servicio entre doce y quince horas, expusieron una combinación peligrosa de improvisación, falta de información y ausencia de planes de contingencia creíbles.

La indignación no vino solo por la oscuridad, sino por la sensación de que nadie parecía tener el control. Y aunque a veces pensamos que estos males son solo nuestros, lo cierto es que en Europa también se dio el fenómeno de un apagón masivos, con España como ejemplo, evidenciando que incluso los sistemas más avanzados están lejos de ser infalibles.

A nivel global, la nube también mostró grietas. Entre octubre y noviembre, caídas sucesivas de AWS, Azure y Cloudflare provocaron interrupciones generalizadas de servicios, aplicaciones y plataformas. La lección fue sencilla y preocupante: hemos construido demasiadas capas sobre una infraestructura cada vez más compleja y, por tanto, más frágil. Cuando la nube falla, todo falla.

TikTok, por su parte, dejó de estar en suspenso para pasar a una fase decisiva. Tras años de amenazas, prórrogas y tensiones diplomáticas, la plataforma finalmente firmó el acuerdo para vender su participación en Estados Unidos y cumplir con las exigencias del gobierno estadounidense.

Donald Trump, ya de regreso en la Casa Blanca, terminó avalando una salida que evita la prohibición definitiva y pone fin —al menos por ahora— a una novela que comenzó bajo su propio mandato años atrás. El caso TikTok confirma una tendencia cada vez más clara: en el tablero tecnológico global, las plataformas ya no juegan solo con usuarios y mercados, sino con gobiernos dispuestos a intervenir cuando sienten que pierden el control.

Al final, 2025 no fue solo un año de avances tecnológicos, sino de límites puestos a la fuerza. La tecnología siguió corriendo; la sociedad, por primera vez en un buen rato, empezó a frenar.