Nunca hay que quitarse las chancletas para arrodillarse ante el poder
En mis inicios como colaboradora de El Nacional, don Radhamés Gómez Pepín me llamó para que pasara por su oficina. Con el peso de su cargo, su voz grave y su figura, afirmó: “Doctora, promueve usted el uso de los condones, ¿no tiene miedo al Cardenal? ”. Desde siempre he contado con su apoyo para reclamar el derecho a una sexualidad libre y protegida.
Si tuviera que elegir entre los aportes del periódico El Nacional me quedo con sus aportes a la democracia, en especial con el hecho de haber sido la voz de muchos y muchas.
El Nacional tiene las ventanas abiertas para que fluyan las ideas y a través de estas casi cinco décadas ha jugado un papel a tono con los tiempos en las diferentes etapas de la vida del país.
Como colaboradora en los últimos nueve años, doy fe y testimonio de que El Nacional escucha las ideas, el sentir, permite a las personas exponer sus razones, y se hace eco de ellas.
Cuando las mujeres han necesitado un empuje en sus luchas, El Nacional no se lo ha negado. Como sector generador de ideas las mujeres han sido escuchadas, han estado presentes.
No olvidamos que en épocas difíciles, las mujeres de los perseguidos, de los presos, de los exiliados, las viudas de las víctimas de la represión, las compañeras de los desaparecidos de los “doce años”, estas mujeres han tenido en El Nacional, y en su personal un apoyo.
La presencia de las voces de las mujeres en El Nacional, con una posición muchas veces controversial, habla de un clima de pluralidad y convivencia de diferentes ideas. El ambiente de disenso es un dato a tomar en cuenta cuando se analice El Nacional.
Fue desde la tribuna de El Nacional donde por primera vez en la historia una periodista dominicana se atrevió a cuestionar los poderes del Cardenal y a partir de ahí, ha quedado abierta la puerta para enjuiciar los poderes establecidos.
A las personas que aspiramos a desmitificar los designios que la cultura patriarcal les asignan a las mujeres, El Nacional nos ha dado voz. Cuando hemos tenido que demostrar que no somos necesariamente hijas de las Sagradas Escrituras hemos contado con don Radhamés.
El Nacional, un periódico preferido por hombres, en un mundo donde todavía son ellos los que hacen las leyes, tener una vía de comunicación para informarles y ojalá convencerlos de las necesidad de la igualdad entre hombres y mujeres, es un valor.
Con sus diferentes visiones, El Nacional ha sido un canal abierto y en ese canal las mujeres han tenido una posibilidad.
Para nosotras, las mujeres, don Radhamés ha sido un aliento vital, y un espaldarazo, y ha sido un roble que por momentos nos ha concedido su sombra. Nos ha enseñando cuando nos aprueba y cuando nos reprueba, y nos ha mostrado que a pesar de todas las posibilidades que maneja como director de un gran medio, nunca hay que quitarse las chancletas para arrodillarse ante el poder.
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