La victoria en Panamá del derechista José Raúl Mulino no ha tenido mayores repercusiones, a pesar de las complejidades que rodean su ascenso al poder. Más que por méritos propios su triunfo está encarnado en su condición de delfín del expresidente Ricardo Martinelli, refugiado en la embajada de Nicaragua y quien no pudo competir en los comicios, los que ganaba de calle, por estar condenado a 10 años de cárcel por corrupción. La crisis económica, por supuesto, surtió sus efectos.
El caso del ultraderechista argentino Javier Milei es diferente. Encarnó en la desesperación de sus compatriotas frente a la incertidumbre y la galopante inflación que no daba tregua.
El Gobierno peronista conocía la fórmula para enfrentarla, pero no se atrevía a aplicarla para no lesionar su base de sustentación. La corrupción y el populismo estaban entre los componentes de la hecatombe que catapultó a uno de los gobernantes más polémicos de la región, pero con unos objetivos bien definidos.
El que puede ser el punto de más inflexión nos llega con el expresidente estadounidense Donald Trump, a quien una encuesta que tiene entre sus patrocinadores a The New York Times, lo coloca por encima de su rival Joe Biden en cinco estados clave para ganar las elecciones del 5 de noviembre. El mismo Trump que enfrenta procesos judiciales por comprar el silencio de una actriz porno, evasión fiscal, fraude y atentar contra el establishment.
De Biden se aduce que ha perdido fuerza en los votantes por la guerra en Gaza, el deterioro de la economía y por su edad o condiciones físicas. Pero Trump tampoco es jovencito de ideas progresistas. Con la retórica del magnate es contradictorio que la impopularidad del mandatario sea más acentuada, según el sondeo, entre la población hispana, afrodescendiente y joven , quienes serían los más afectados en un Gobierno republicano.
Si el magnate tiene una virtud es que no oculta lo que es ni adorna sus expresiones. Pero intriga la aceptación para regir los destinos de una nación que ha tenido en las instituciones su gran pilar de un hombre que proclama que será “un dictador desde el día uno” y que enfrenta 91 cargos judiciales.
Pero también que afirma que en su Gobierno los rateros, aludiendo al exjefe de Estado Mayor Conjunto, Mark Milley, serían asesinados antes de salir por la puerta; que usará la Justicia como arma personal de venganza; que los inmigrantes son animales, y que alentaría a Rusia a atacar a cualquier aliado de la OTAN que no esté al día con sus pagos.
Ante el trastrueque de la escala de valores y la debilidad del sistema democrático, fenómenos como el Mulino, Milei y Trump son, por las interrogantes que suponen, dignos de mucha atención.