Como nosotros, algunos profesionales que emigraron hacia el exterior; no lo hicieron por ser pobres de solemnidad ni adolecer de carencias elementales. Simplemente, como en nuestro caso, son “inútiles, incompetentes, y hasta pendejos”.
Es decir, por nuestra falta de “habilidades”, y resistirnos a aceptar el estado de cosas; filosofía existencial, y hasta nuestro divorcio espiritual con devociones y creencias generalizadas en nuestra dominicanidad; somos “inadaptados”. Pero no nos consideramos diáspora.
En un reciente debate sobre el el Día de la Migración realizado en un programa a través de una emisora de Santo Domingo, se preguntó sobre si éramos cobardes desertores o valientes conquistadores. Creemos que ninguna de las dos. A parte de otros criterios, no nos correspondemos con la degradación de estos tiempos.
En otras palabras, según fuimos madurando nos dimos cuenta de que no podíamos mantenernos con un modesto trabajo; pero no nos sumamos a ciertas “artes histriónicas”. Y si tenemos una actitud un tanto de anacoreta, sobrevivir juntos a nuestras familias se hacía harto difícil. Esto, aun sin ser ostentosos ni derrochadores de nuestras exiguas remuneraciones.
En nuestro caso, pudimos recibir un favor. Ningún veterano periodista activo está exento de eso. Eso es una cosa, pero no nos dedicamos a vivir todo el tiempo de mamandurria, y enrumbarnos en actos de corruptelas. No tenemos esa “capacidad”.
Por no ser brillantes y ser tan reacios en cuanto a esa actitud, sobrevivimos con más estrecheces. Para alejarnos más de alguna holgura, son contados los colegas-amigos con los que nos mantenemos comunicados.
Hay que puntualizar en que esto no se da solo en República Dominicana. Resulta que no podemos ser profetas ni conquistadores en Nueva York, donde llegamos adultos y sin planearlo. Permanecemos insertos en la comunidad dominicana, urbe en que no pocos observan un comportamiento profesional similar al de la República Dominicana.
Pareciera paradójico, pero, preservar los principios educacionales con los que nos formamos que, es distinto a nuestro academicismo pequeño-burgués, irónicamente, es una limitante.

