Editorial

Ninguna piedra sin remover

Ninguna piedra sin remover

Las autoridades divulgaron ayer una foto de la persona que dentro de un vagón del Metro de Santo Domingo habría incendiado una mochila con alguna sustancia inflamable que lanzó sobre los pasajeros en un acto de terror que provocó más de 30 heridos, algunos de gravedad.

Se trata del segundo atentado terrorista perpetrado en menos de una semana, siendo el primero el asalto con armas de guerra contra la cárcel Najayo Hombres, con saldo de cuatro reclusos y dos oficiales penitenciarios muertos.

Sin pretender vincular el ataque al recinto carcelario con el atentado ayer contra el Metro de Santo Domingo, ambos sucesos obligan a Ministerio Público y Policía a apresar cuanto antes a los autores de esos hechos y determinar razones u objetivos que tendrían para la comisión de tales acciones criminales.

Así como no resulta fácil poder entender que cuatro individuos armados con fusiles M-15, a bordo de una yipeta, abran fuego a plena luz del día contra un recinto carcelario, tampoco es posible entender las razones que tuvo un sujeto para provocar el incendio de un vagón repleto de pasajeros.

La sociedad dominicana no está preparada ni debe acostumbrarse a sufrir el impacto de dos atentados terroristas en menos de una semana, uno perpetrado por un comando armado contra una cárcel y el otro por un incendiario contra el Metro .

El individuo, captado por las cámaras de seguridad del Metro, abordó en la estación Ramón Cáceres y antes de que el tren arribara a la próxima parada (Mauricio Báez), encendió con un fósforo la mochila que cargaba y la lanzó hacia adelante para luego escabullirse entre la multitud aterrada.

Es claro que se trata de un acto de terror perpetrado dentro de un vagón que transportaba decenas de personas, por lo que las autoridades están compelidas a apresar al incendiario y determinar si actuó por cuenta propia o como encomendero de otros criminales. Una acción de esa naturaleza, al igual que el asalto contra la cárcel de Najayo, no se perpetra así por así.

Sin reponerse de la consternación que causó el sangriento suceso de Najayo, la población es sorprendida con la noticia de otro atentado terrorista, esta vez con el incendio de un vagón repleto de pasajeros del Metro de Santo Domingo. Se exige, que en la investigación sobre ambos casos, no quede ninguna piedra sin remover.

 

El Nacional

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