En diciembre de 1999, en referencia al asesinato de las Hermanas Mirabal, la Asamblea General de la ONU, declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la NO Violencia Contra la Mujer, fecha elegida en Bogotá, Colombia, en el Primer Encuentro Feminista, en 1981, sugerida por las compañeras dominicanas que asistieron.
Noviembre, fue establecido como Mes de la Familia en nuestro país, por el Decreto 1656 del 17 de diciembre de 1971, a solicitud del Movimiento Familiar Cristiano de la Iglesia Católica. Que la familia y la no violencia contra las mujeres quedaran enmarcadas en un mismo tiempo del año, serían esas casualidades fortuitas llamadas «diosidencias» para alertarnos adonde mirar y cómo hacerlo.
Se reconoce el hogar como espacio de gran riesgo para la integridad física y emocional de las personas, sobre todo si son mujeres-pareja, hijas, hermanas, la violencia llamada doméstica o intrafamiliar tiene la expresión más cruel en ese marco, mutilando, matando, y por supuesto, dejando traumas de difícil superación.
Es un fenómeno grave de salud pública señalado en 1992 por la OMS, que deja ya en 2022, la cifra más alta registrada en las últimas décadas de feminicidios, con casi 90 mil mujeres asesinadas, indica el reporte Asesinatos de mujeres y niñas por razones de género, en 2022, y el 55 % de estas muertes, unos 48.800, fueron cometidos «por familiares o parejas íntimas», más de 133 cada día.
La fisonomía de la familia no concuerda con la promoción que se hace en noviembre de ella manteniendo la insistencia en familias modélicas nucleadas, cuya imagen no es la que las personas crecen viendo, ya que, de acuerdo con las cifras oficiales, un 40.16% de las familias urbanas dominicanas tienen a una mujer a la cabeza.
Estas «jefas de hogar» son, en su mayoría, mujeres que no están unidas ni casadas (63.53%), y de esta cifra, un 29% son separadas de unión libre, 18% viudas, 7% divorciadas, 5% separadas de un matrimonio y un 5% nunca se han casado o unido.
¿No sería ético incluir la diversidad de familias de hecho y legitimar su existencia? Necesitamos reconocer el panorama diverso en donde puede haber hogares unipersonales, o liderados por mujeres con niños, niñas y adolescentes; con envejecientes y/o con personas discapacitadas, o con parejas del mismo sexo.
¿Podemos seguir sosteniendo la idea hegemónica de una familia? ¿No hay que reformular las categorías de familias dominicanas? Reconocer la realidad, podría aterrizarnos a mejor aplicación de las políticas públicas.