El ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo, del que ayer se cumplieron 63 años, marcó el fin de una tiranía que subyugó a los dominicanos por más de tres décadas, y significó el inicio de la indetenible marcha hacia un estadio de libertad, justicia y equidad al que aun no se arriba, pero hace tiempo que se avizoran destellos de democracia.
Fueron más de 31 años de una dictadura sin ejemplo que impuso oprobio, represión y muerte como cicuta de consumo obligatorio a una población vigilada y perseguida por un aparato político-policial con licencia para asesinar, encarcelar, robar y convertir a la cotidianidad en un infierno.
Durante 15 años después del magnicidio la población sufrió frustración por el derrocamiento del primer gobierno elegido libremente, un periodo de represión y corrupción, el estallido de la revolución de abril, la intervención militar de Estados Unidos, y el comienzo de tres cuatrienios de represión política.
A 63 años de ese trascendental episodio histórico surge en América Latina una corriente política que promueve el canje de las libertades públicas y derechos individuales por supuesta garantía de seguridad o supervivencia ciudadana ante la delincuencia y el crimen. Regímenes en el traspatio centroamericano que gobiernan bajo estado de excepción, con inhabilitación de la Constitución Política y supresión de derechos individuales, son mercadeados como recetas efectivas para garantizar orden y seguridad basada en la voluntad omnímoda de su gobernante.
En América Latina se promueven hoy gobiernos de fuerza como antídoto ante la inseguridad ciudadana, pero ese remedio ha sido siempre peor que la enfermedad, sin importar que el régimen sea de izquierda o de derecha, sobre todo porque crea adicción a la represión política, corrupción y al continuismo.
Los dominicanos jamás prestarían atención a esos cantos de sirena que pregonan canjear libertad por alegada seguridad porque sería como reinstalar decenios de ignominia del sátrapa Trujillo, cuando se pregonaba que los ciudadanos podían dormir en la calle con una botija al regazo sin ser robado.
La sociedad dominicana rinde hoy tributo a Salvador Estrella Sahdalá, Pedro Livio Cedeño, Antonio Imbert Barrera, Antonio de la Maza, Huáscar Tejeda, Amado Garcia Guerrero, Luis Manuel Caceres (Tunti) y Roberto Pastoriza, héroes y mártires del magnicidio que puso fin a un régimen tiránico que hoy se trata de mercadear envuelto en papel de regalo.