Opinión

¡Oh, el CONEP!

¡Oh, el CONEP!

Que el transporte público y de carga está dominado por sindicatos que no son sindicatos sino empresas que ejercen un control oligopólico respaldado por el desorden burocrático en las instituciones del Estado llamadas a regularles, no es algo nuevo. De hecho, en este mismo espacio he tocado el tema en incontables ocasiones. Lo que da un giro interesante al tema es que en esta ocasión el llamado ha surgido desde el CONEP. Y es peculiar, porque justo algunas de las empresas que se cuentan como miembros de esa entidad gozan de similares privilegios oligopólicos dentro de los sectores donde ellas operan.

Como clientes y consumidores de los servicios de transporte de carga, muchos miembros del CONEP padecen las consecuencias que la falta de competencia y el abuso de posiciones dominantes en un mercado pueden generar a sus usuarios. Ojalá y este llamado de atención sirva como reflexión puertas adentro y que el discurso del CONEP gire hacia reglas claras de competencia para todos, incluyendo para sus afiliados.

Dos males no hacen un bien. Y así como el oligopolio que fija precios, colude sobre las formas y condiciones del servicio y activamente conspira en contra de cualquier intento de competencia en el sector del transporte público y de carga es abiertamente horrendo e (si algún día acaba de entrar en vigencia la Ley de Competencia) ilegal; igual de horrible son las mismas prácticas que vienen siendo aplicadas por algunos de los cuales son miembros del CONEP en sus sectores.

El tema de la competencia dentro de los mercados locales debe ser tomado seriamente debido a las costosísimas distorsiones que le imponen a nuestra economía, incluyendo su impacto a la capacidad de esta para generar empleo y sus posibilidades de ser realmente competitiva en los mercados internacionales.

Se debe reconocer que el CONEP ha tenido una voz importante llamando a las reformas institucionales necesarias para fortalecer el desarrollo del país. Sin embargo, quizás debido a la composición de su listado de miembros, ha sido silente o tímida cuando se habla de competencia a nivel general de toda la economía, algo que desearía con toda honestidad que empiece a cambiar.

La realidad es que el emprendurismo en la República Dominicana generalmente muy poco o nada tiene que ver con el talento, la creatividad o la capacidad de innovación. La cultura emprendedora de nuestro país se ha levantado sobre el pilar del tráfico de influencias que permite que un puñado de personas se aferre a los contados sectores económicos que ya controlan, impidiendo cualquier tipo de innovación o fuerza emergente que les pueda hacer competencia. Hoy muchos de esos componen el abstracto grupo del “empresariado”.

Es por ello que debería ser una postura firme y clara del CONEP el de defender la libre competencia (real, no para las cámaras). Las empresas exitosas seguirán en el listado de miembros, las no tan exitosas desaparecerán o será absorbidas por otras aún más visionarias que a su vez seguirán figurando en la listita. No teman defender ese discurso de forma militante por temor a los cambios. Estoy seguro que los cambios finalmente obrarán para bien.

El Nacional

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