Nuestra sociedad patriarcal se siente amenazada y las instituciones que la sostienen expresan su preocupación en el momento en que este tipo de cultura milenaria se está resquebrajando mientras la resistencia al cambio se manifiesta en la región.
Como ejemplo, la semana pasada en la ordenación sacerdotal de la Arquidiócesis de Santo Domingo, el Arzobispo manifestaba su preocupación porque «grandes amenazas atentan contra la Iglesia Católica mientras los propios sacerdotes lamentablemente caen en el individualismo que arropa a la sociedad moderna». Y la inquietud declarada, se fundamenta equivocadamente, en «el individualismo imperante en la sociedad moderna, el tecnicismo creciente que nos va separando cada día más».
Y la estrategia de este cambio en la humanidad, se pierde siempre en la resistencia a aceptar el propio proceso de transformación, creyendo siempre en sostener los viejos modelos que llamamos «valores», aunque la objetividad nos hablen de su fracaso.
La reconocida encuesta del Latinobarómetro, con sede en Chile, realizada a partir de más de dos mil entrevistas personales en países de la región, con un margen de error de entre 2.8 y 3%, en enero pasado, nos daba datos demoledores acerca de disminución de la feligresía católica en nuestros países. En el caso de la R. Dominicana, estamos entre los países que más hemos descendido, al punto de que, para el año 1995, éramos un país 74% católico y para 2017, solo 48%, una reducción de 16% en 25 años!
Entre las causas, dice la encuesta, se manifiesta en general, la ausencia de renovación a nivel teórico y práctico, los escándalos de abusos sexuales en toda la región y especialmente en nuestro país, donde hasta un Nuncio apostólico se llevó la palma, con la poca reacción de parte de la propia institución, el sostenimiento del abuso, la discriminación y la intolerancia, como aspecto contrario a la propia esencia del cristianismo, la asociación a la corrupción política de una gran parte de la jerarquía, etc.
Según la encuesta, además, la evaluación del propio Papa Francisco que cuando asumió el papado era de 7.2, ha bajado a 6.8, en gran medida porque el propio clero no termina por aceptarlo y promoverlo, ya que aparenta «renovador» y les asusta.
Un escenario así, de una iglesia anclada en el pasado es la verdadera amenaza para la disminución de una fe promovida con las mismas prácticas que olvidaron el proceso de empezado en Medellín en 1968, echando por el suelo la posibilidad de volver a la esencia cristiana. ¿No habrá que convertir la amenaza, en la oportunidad de actualizar pareceres y usos?