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ORTO-ESCRITURA

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El uso de la lengua latina (1de3)

 

Que el latín es la lengua madre del español se nos enseña en la escuela básica, aunque no siempre lo advirtamos cuando empleamos palabras como ferretería, acueducto, paternal, maternal o cuando nos valemos de antropónimos tan nuestros como Argentina, Aurelio, Leticia, Fidel o Petra. Todos estos vocablos conservan la raíz latina de la que proceden.

De ferrum (hierro en latín) han llegado al español no sólo ferretería, sino todas voces que llevan la raíz ferr (ferrovía, férreo, ferroso), como de acqua (agua) adquirimos una familia de palabras relacionadas con el agua (acuacultura, acuífero…). Pater y mater (padre y madre) nos regalan los derivados que llevan esas raíces (paternal, maternal, maternidad…)

De la voz latina argenteum deriva argentina (de plata, adjetivo) y el símbolo de la plata (Ag). El nombre propio Argentina también deriva de ahí. Por igual Aurelio procede de aurum (oro) que aporta el símbolo Au para ese precioso metal. Cuando llamamos a Leticia (laetitia, alegría), a Fidel (fidelis, fiel) o Petra (piedra) hacemos culto a la lengua madre sin que nos lo hayamos propuesto.

Con evoluciones y transformaciones como las citadas es como el latín ha dado origen al español o castellano y a las otras lenguas romances (italiano, francés, portugués, catalán, sardo, gallego, rumano y otras). En lo que a la nuestra respecta, la lengua latina ha sido más que una madre proveedora, pues se comporta como aquellas que rehúsan apartarse de sus criaturas aunque hayan crecido.

Desde hace mucho tiempo, el español es una lengua suficientemente adulta y robusta, predominante al menos, en veinte países. Exhibe un incuestionable patrimonio lexical y resulta altamente notoria su opulencia literaria, sin olvidar que viene provista de una normativa desde 1492. Nuestro idioma es hablado por más de 500 millones de personas, por lo que se convierte en la segunda lengua del mundo por número de hablantes.

Al arribar a la senectud, padres y madres cambian a veces su casa original por la de alguno de sus hijos, y donde cuál de ellos habrá de ir puede ser determinado por las condiciones materiales en que se desenvuelvan los vástagos o por el grado de afectividad que hayan cultivado con el escogido.

Parece que la lengua española es la hija preferida de la que fuera lengua oficial del Imperio Romano. Y en su casa cuenta la progenitora con una amplia habitación en la cual rememora su pasado esplendoroso y recibe el tributo de la hija agradecida.

“Sean éstas u otras las razones, lo cierto es que la antigua lengua de Roma está tan cerca de la hispánica que podemos decir que ésta es continuación de aquella o, como han señalado otros, que el español de hoy es el latín moderno”. Esta aseveración corresponde al profesor Luis Federico Cruz, y aparece en la Presentación de este libro.

El maestro Cruz, filósofo y latinista, dice que ha empleado ocho años para realizar una investigación que ha titulado -muy modestamente- El uso de la lengua latina, obra con la que demuestra una presencia más allá de lo sospechado de vocablos y expresiones puramente latinos que empleamos con absoluta tranquilidad, tanto en actividades profesionales e intelectuales como en la vida cotidiana.

El Nacional

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