Opinión

Peralta

Peralta

Tuve que viajar a Peralta, para enterarme de dos cosas fundamentales. Peralta es un pueblecito de ensueño enclavado entre montanas. Todas sus casitas tienen como patio la vastedad del verde, arboles y flores por todas partes. Es un inesperado y pequeño paraíso terrenal, después de horas transitando por ese cementerio de ríos y flora que es el camino a Azua.

No hay nada que se parezca mas al estado de ánimos nacional que esa carretera hacia el Sur, marido de agua emigrante que hace tiempo escarmentó de visitas esporádicas y esconde su cicatriz en la guazábara.

Hasta que de pronto se hace un giro y se comienza a subir hacia las montañas y todo el follaje va cambiando y florece en pequeños jardines, frente a las casitas, hay fresco y se llega a Peralta.

Allí tomé el mejor café del mundo, porque es nuestro. Hasta ese momento creía que consumía y bebía café dominicano, hasta que me enteré en Peralta que lo que tomamos es café importado de Viet Nam y otros países, excepto el de Peralta, cultivado y pilado ahí mismo.

De lo segundo que me enteré, por cálculos de un campesino productor, es que los dominicanos somos ricos y lo único que tenemos que hacer es organizarnos frente al Estado para que nos entregue el dinero que nos corresponde por las incautaciones de fortunas ilícitas.

Somos apenas diez millones de habitantes y se alega que un solo senador tiene un dinero del pueblo dominicano que asciende a mil seiscientos millones de dolares. Esa suma, de ser incautada por la Procuraduria, y repartida entre todos y todas, permitiría que cada uno y una de nosotros recibiera una suma considerable de dinero y si a eso se añaden los mil millones de dólares que se especula son el resultado de la sobrevaluación del proyecto de minas de carbón, estamos hablando de un monto que es casi el inicial de una vivienda modesta, o el capital de una mini empresa. Y fijense que no he mencionado el dinero que se devolvió (pero se puede volver a incautar, a ese dirigente reformista que ignoramos si sus medicinas adulteradas causaron la muerte de alguien.

Puedo asegurarles que el gobierno que tome en serio esta posibilidad primero se quitara una gran presión de arriba, haría una gran contribución a la felicidad colectiva que redundaria en una gran popularidad y comenzaría a poner coto a la corrupsion, pues todo corrupto se enteraría de que una vez incautados sus bienes serán repartidos a la población.
Y ni hablar de la oposición, que debería ponerle a esta campaña de retribución el nombre de David Ortiz, a cuya familia el Estado debe por lo menos una casa.

El Nacional

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