Opinión

Peralta y Constanza

Peralta y Constanza

Pocas ciudades de República Dominicana tienen amantes tan apasionados de su historia y cultura como el maravilloso amor de José Peralta-Michel por Constanza. Una pasión que se inició siendo él un jovencito de catorce años, en 1945, cuando su padre lo llevó allí a través de Jarabacoa y se deslumbró por su clima, montañas y una agricultura que se circunscribía, entonces, a sembradíos de yuca, maíz, papa, jengibre, ajo criollo, frijoles, cebollín y caña de azúcar. De la caña, los agricultores extraían su jugo para —mediante rudimentarios trapiches— producir melao y melazas.

Luego de unas cortas vacaciones, Peralta-Michel volvió a Constanza tras contraer nupcias —en 1955— con la señorita Lesbia Fernández, pasando allí la luna de miel en el recién inaugurado hotel Nueva Suiza. Tras esa estadía, José selló para siempre su apego al más alto valle intramontano del Caribe.
En 1975, luego de su promoción a gerente general de la Nacional de Seguros, Peralta-Michel construyó la que sería su amada vivienda constancera: “Villa Miel”, el hogar de la más hermosa iniciativa cultural urbana del país.

Y lo afirmo, porque desde esa “Villa Miel” se han fundado proyectos que abarcan rescates antropológicos, como el de las piedras letradas (un asentamiento taíno que se disipaba); festivales agro-culturales como el del ajo, exposiciones pictóricas, festivales musicales, programas de arborización urbana y rescates cívicos; la creación de grupos para robustecer, unir y propiciar fervorosos encuentros entre amigos y la renovación y ampliación de la Casa de la Cultura de Constanza, para presentar con asiduidad conciertos, recitales y conferencias. En ese mismo periodo Peralta-Michel fundó la primera agroindustria del valle: Constanza Agroindustrial.

Sin embargo, junto a su dinámica actividad en el municipio, José nunca abandonó su entusiasmo por su querida ciudad de La Vega, desarrollando allí múltiples acciones para vigorizar movimientos relacionados con su carnaval, su teatro, sus deportes y su música, fortaleciendo un concepto heredado de su padre, en el que la importancia de la existencia debía extenderse hacia un “hacer-para-evolucionar”, con el propósito fundamental de convertir en realidad las utopías y ensueños que nacen en la niñez.

Ese legado paterno lo impulsó a formar en La Vega clubes deportivos, fundaciones y asociaciones culturales, creando asombrosos modelos de marketing de servicios y enarbolando siempre la consigna vital de su vida: “la amistad como servicio para mejorar la sociedad”.

Por eso, cuando leí “Las décadas de mi vida”, el libro donde José Peralta-Michel narra su historia, asumí ese texto como una guía de amor familiar y pasión por la amistad y el trabajo.

Sí, cuando visito Constanza y vislumbro sus sembradíos al pie de las montañas, sé que esta ciudad, asentada en el más alto valle intramontano del Caribe, cuenta entre sus habitantes, entre sus grandes amantes y aquellos a los que le duele su porvenir, a un hombre de más de ochenta años que responde al nombre de José Peralta-Michel, quien la ama con el ardor de sentirse un verdadero hijo suyo.

El Nacional

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