En los últimos tres lustros, nuestro país ha sido sacudido por numerosos crímenes espeluznantes que han consternado a la sociedad dominicana. La violencia criminal parece no tener límites y la carrera de infracciones es indetenible, y las autoridades no han mostrado capacidad para ponerle fin a los hechos punibles que se registran en la geografía nacional.
El cardenal Nicolás López Rodríguez ha dado el grito de alarma por los niveles de violencia criminal que azota a los ciudadanos, destacando que la misma se desborda, sin que haya una respuesta para castigar a los infractores de la ley y devolverle la tranquilidad y sosiego al conglomerado social. La queja de la autoridad eclesiástica es compartida por todos los sectores que desean un clima de convivencia que garantice la paz.
Desde siglos se han hecho estudios para describir el perfil del delincuente, el eminente médico criminólogo italiano, César Lombroso intentó dibujar las características del hombre proclive a cometer crímenes. En su obra «El hombre criminal´´, sostiene que las causas de la criminalidad están de acuerdo con la fisionomía y las facciones físicas y biológicas, llegando a precisar que lo genético en los rasgos físicos identificaba al criminal. Esa concepción ha sido refutada por científicos que la descalifican.
Lombroso señalaba que el delincuente tenía la frente ancha, la mirada fría y la quijada larga. Marro apellidado el juez de la antropología criminal, ha estudiado todas las subespecies del hombre criminal, viendo que las anomalías, que él denomina atípicas (verbigracia, la nariz torva, las escrófulas, etc.), son en los autores de medidas menos numerosas que en los hombres normales, verificándose sin embargo todo lo contrario en los ladrones y los rateros.
Marro dice haber encontrado en los criminales, proporciones de un 86% de frentes estrechas y de un 46% de frente medias. En los asesinos dice que ha hallado con muchísima frecuenta el diámetro mandibular exagerado, los cabellos negros y espesos, falta de barba y palidez de rostro.
En nuestro país, hay consenso de que toda persona que penetre al mundo de la droga es un criminal de doble pespunte. Hay que destacar que el traficante por el hecho de involucrarse en la actividad ilícita del tráfico de droga comete una infracción criminal que se castiga con penas aflictivas e infamantes. Los narcotraficantes se involucran en asesinatos por la esencia misma del mundo en que se mueven.