POR: Daniel Guerrero
 guerrerodanielus@yahoo.com
Comercio a la carta
La Organización Mundial del Comercio (OMC) es la institución llamada a supervisar y exigir la observancia de la normativa jurídica que tiende a regular el comercio internacional, administrar los tratados de libre comercio y resolver disputas comerciales entre las naciones miembros. Ante la difusión de la interdependencia entre las economías (en cuanto un estadio nuevo en componentes científico-técnicos de la internacionalización de la producción, las finanzas y el comercio) el discurso librecambista es sustentado por la OMC.
Ese predominio de la teoría del libre comercio surgió en el momento en que el comercio internacional creció a un ritmo notablemente superior a la marcha de la producción mundial, lo que ha sido una tendencia histórica desde el 1985, llegando a ser la diferencia de hasta siete puntos en determinados años. El libre comercio expone una ideología sobre la forma de interpretar y regular las relaciones económicas, tanto en el plano nacional como en la esfera internacional. Ahora bien, los países con mayor desarrollo tecnológico y productivo han sido los abanderados del libre comercio en el plano discursivo, pero en el terreno de la práctica no han dejado de ser los campeones del proteccionismo.
Se habla de un comercio internacional donde todos los países participen como iguales, pero ¿cómo desconocer las asimetrías existentes entre los países subdesarrollados y las economías desarrolladas? ¿Es factible ignorar el desfase científico-técnico y las exclusiones de los canales de comercialización que afectan a los países subdesarrollados?.
Téngase en cuenta que las economías pobres carecen de una buena dotación de recursos tecnológicos y financieros para el incremento de la producción y de la oferta exportable de bienes y servicios.
Las diferencias demográficas, geográficas, culturales y de desarrollo entre naciones han incidido en las relaciones internacionales, destacándose también las asimetrías económicas que definen distorsiones, contrastes o desigualdades en las actividades productivas, comerciales y financieras.
En las relaciones económicas internacionales contemporáneas las citadas diferencias suelen ser reconocidas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a pesar de que supuesta en práctica no ha sido posible. Los países desarrollados sostienen que la reciprocidad en las relaciones comerciales entre las economías del globo terráqueo ha llegado para quedarse.
Se ha relegado a un segundo plano el otorgamiento de preferencias y la aplicación del trato especial y diferenciado que durante décadas sustentaban el discurso de cooperación y de nexos comerciales entre las economías subdesarrolladas y el mundo industrializado. La estrategia de negociación comercial dentro del escenario multilateral por parte de las economías desarrolladas tiende a acentuar la reciprocidad en los derechos y deberes de los sujetos internacionales, pretendiendo un ilusorio trato comercial “entre iguales”.
En los centros mundiales de poder económico se levanta mucho la bandera del libre comercio, asociándola a la obtención del crecimiento económico como si esto se plasmara en una relación directa. Sin crecimiento económico no podrían crearse las condiciones necesarias para impulsar el desarrollo social, es lógico que pensar que todo esto debe de tener como base un comercio internacional justo, no excluyente.
 
 
 
                                      
             
             
             
             
             
  
                                 
                                 
                                 
                                 
                                