Estados Unidos había anunciado que desde el martes los pasajeros procedentes de República Dominicana tenían que tener la prueba PCR contra el coronavirus para ingresar al país, que desde que se detectó la pandemia ha sido el más severamente golpeado por los contagios y las defunciones.

Pero por alrededor de mil personas que según las autoridades no pudieron realizar sus vuelos se deduce que la gente no tomó en serio la decisión del Gobierno estadounidense.

Con lo mucho que se difundió la restricción es difícil aceptar que alguien no se diera por enterado. Como una costumbre muy típica del dominicano, al menos en el pasado, los varados podían pensar que se las arreglarían con cualquier explicación o tal vez que se podían realizar pruebas rápidas en el Aeropuerto de las Américas o en alguna otra terminal.

Para colmo el laboratorio a cargo de los exámenes tuvo dificultades y comenzó sus operaciones más tarde de lo previsto. Las aglomeraciones se convirtieron entonces en otro riesgo en cuanto a contraer el virus.

El percance representa una experiencia en que tendrá que abrevarse sobre la necesidad de respetar las medidas para prevenir la propagación de la pandemia. La gente tendrá no solo que entender que las restricciones son en serio, sino colaborar.

El incidente con los viajeros, quienes tenían que saber los riesgos a que se exponían, guarda relación con la relajación del protocolo sanitario para contener la expansión observada por personas de diferentes estratos sociales.