La población, que ya tiene los pelos de punta por el sostenido auge de la delincuencia y criminalidad, se lleva las manos a la cabeza ante la muerte de tres mujeres, un abogado y un funcionario oficial, acribillados a balazos por sicarios, lo que presume el resurgimiento de una tenebrosa industria del asesinato por encargo.
José Francisco Guzmán, de 43 años, encargado de Transportación de Salud Pública, fue acribillado de nueve balazos por dos hombres que viajaban en una motocicleta cuando se desmontaba de su vehículo para dejar a su hija de tres años en un colegio del ensanche Luperón. En la víspera fue asesinada Suleika Flores Guzmán, también por dos individuos que se transportaban en una motocicleta por la autopista de San Isidro.
Natacha Sing Ureña y Adalgisa Vanessa Gonzalez fueron asesinadas en Sabana Perdida, la primera por sicarios en motocicleta y la otra por asesinos que viajaban en una yipeta, mientras que días antes el abogado Amancio Herrera Turbí, de 51 años, fue asesinado por matones en una calle céntrica de Santiago. ¿Qué está pasando?.
Esos cinco homicidios, perpetrados en menos de veinte días, han sido cometidos por sicarios que masacraron a sus víctimas, sin que el motivo haya sido robo o atraco, por lo que todos los indicios apuntan a asesinatos prepagos o “deliveries” del terror, que Ministerio Publico y Policía están compelidos a enfrentar.
Llama la atención que en un perímetro relativamente limitado entre la comunidad de Sabana Perdida y la autopista de San Isidro, tres mujeres fueron muertas a tiros por individuos en motocicletas y por un sicario encapuchado a bordo de una yipeta, en dos típicos casos por encomienda, como también se presume que fueron las ejecuciones perpetradas contra el funcionario de Salud Pública y el abogado santiaguero.
En vez de disminuir, la ola de delincuencia y criminalidad parece derivar en la expansión y consolidación de una industria del sicariato, que antes estaba limitada al ambiente del narcotráfico y lavado de dinero, pero que ahora pagan para asesinar por cualquier interés económico o personal, como si la vida ajena tuviera menos valor que una guayaba podrida.
Las autoridades deberían saber que la población padece un virtual estado de secuestro y que la inseguridad ya se torna asfixiante porque en cualquier lugar, de día o de noche, se corre riesgo mayor de asalto, atraco, violación y ahora, de asesinato por encargo. Cinco asesinatos consecutivos con las características de que fueron perpetrados por sicarios, obliga al Gobierno a afrontar con determinación el progresivo deterioro de la seguridad ciudadana, que requiere en lo inmediato que la Policía identifique y desmantele a las muchas compañías de sicarios que operan por todas partes.

