Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Allante y movimiento

La sociedad dominicana está infestada por un virus tan peligroso que la viene degradando en todas sus instancias y en niveles espantosos. Su naturaleza es difícil de conocer. Nuestros especialistas en epidemiología no pueden identificar ni desentrañar los componentes de la cepa que contiene ese terrible mal. Quizás un equipo interdisciplinario, que incluya sociólogos, politólogos, economistas, sicólogos, historiadores, juristas, etc., se atreva a explicar ese fenómeno. Pero sus manifestaciones son claras y evidentes para todos. Se caracterizan por el allante y el movimiento.

Se recuerda que ese virus estuvo por mucho tiempo en las filas de la Policía Nacional. Muchos pensaron que había nacido en ese organismo del orden público y que, después de su maduración, desaparecería sin dejar mayores consecuencias para todo el cuerpo social e institucional del país.

Pero no fue así. Esa ilusa esperanza sirvió para proporcionarle el tiempo que ese bacilo necesitaba para desarrollarse y hacer metástasis en todas las instancias de nuestro país.

Muchos hipócritas se dan golpes en el pecho y se rasgan las vestiduras en público, para mostrarse como inocentes de los estragos que ese virus causa en el alma de los dominicanos. Sobre todo porque los hombres y mujeres que ejercen las funciones públicas son los huéspedes preferidos de ese mal contagioso. Cuando se apodera de ellos, como se viene evidenciando, por el comportamiento anormal que exhiben, los afecta con tanta fuerza que los deja íntimamente corrompidos. Los que se resisten a ser portadores del virus son marginados, aplastados y despreciados.

Recuerden que el pueblo, en su infinita sabiduría, suele decir que cuando la cabeza anda mal, todo el cuerpo sufre. Y si las autoridades públicas están enfermas con el virus, cuya manifestación visible son muy conocidas, entonces todo el cuerpo social debe prepararse para lo peor.

Es por eso que la delincuencia se ha adueñado de las calles, como soberano inapelable, y los ciudadanos están obligados a recluirse en un tipo de cárcel domiciliaria. El allante y movimiento lleva a la práctica de matar delincuentes para acabar con la delincuencia, sin prestarle ninguna atención a las faltas de oportunidades, a la desigualdad social, a la corrupción pública y administrativa, al clientelismo y al patrimonialismo que les roban la dignidad y el decoro a las personas.

Los poderes y demás órganos del Estado se están convirtiendo en laboratorios, cuya finalidad no es buscar antídotos o métodos para detener la propagación del virus del allante y el movimiento, sino para perfeccionarlo. Quieren que convivamos con él, pero sin que nos demos cuenta de sus manifestaciones. Pretenden refinarlo y hacerlo uno más de nuestros males cotidianos, para que lo aceptemos como cosa común y corriente. Y lo están logrando.

Ciertamente, así es. Ese virus del allante y el movimiento está en nuestra idiosincrasia. ¿Hasta cuándo durará?

 

 

 

El Nacional

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