Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Derecho a la soberanía-

El Estado es la persona moral que tiene la representación política, social, económica, militar y jurídica de la nación que hizo posible su creación y funcionamiento.

El Estado ejerce su misión con el monopolio de toda la violencia organizada e institucionalizada de la sociedad. Él debe estar en capacidad operativa, no solo para cumplir con eficacia y eficiencia las políticas sociales que está llamado a ejecutar en beneficio de su población, sino para resolver con rapidez cualquier alteración del normal funcionamiento de la vida social.

Para que el Estado pueda actuar de esa manera tiene que ejercer plenamente el principio de soberanía. Esta es la autoridad, la facultad y la disposición que tiene ese ente de derecho público para tomar en su territorio y con su población todas las medidas que se consideren necesarias sin tener que pedirle permiso a ningún otro Estado. Pero debe garantizar siempre los derechos fundamentales y la seguridad nacional.

En el deber ser, en lo formal, del derecho internacional todos los Estados, sean pequeños o grandes, débiles o fuertes, tienen soberanía; pero en el ser, en la realidad, no es así. Las apariencias políticas campean por sus fueros en esta materia.

Coincidimos plenamente con Américo Lugo, en su célebre carta a Horacio Vázquez, con Stephen krasner, con Juan Bosch, con Diógenes Céspedes y Ramonina de Céspedes, que en sus respectivos libros sostienen que sin soberanía, aunque tenga sus otros atributos, no puede existir el Estado.

Y lo que se presenta como Estado, si carece de soberanía, es una caricatura, una farsa, una ficción política para engañar a bobos y para que determinados grupos económicos internos incrementen sus riquezas, gracias a la ignorancia de la población, y para que ciertas corporaciones internacionales consoliden su hegemonía, con todas sus consecuencias.

Ciertamente, así es. Más todavía, el mal llamado Estado pequeño y débil, subdesarrollado o en una falsa vía de desarrollo, aunque en determinados momentos luzca como soberano, no tiene soberanía. Por tanto, no es un Estado verdadero. Es un seudo Estado.

El Estado poderoso manipula al débil. Los convierte en su satélite. Muchas veces no pasa de ser un preservativo o condón para articular políticas de dominación regional.

En una primera etapa, el Estado poderoso mandaba su ejército para ocupar y dominar el territorio del Estado débil. En los tiempos modernos, ese método cambió. Ahora controla el mercado y saquea los recursos naturales. Para lograrlo, se vale de políticos sin conciencia nacional, política, social, de clase, de sujeto y de pertenecer a una comunidad; además, de tratados, pactos, acuerdos y convenciones internacionales. Así amaran y aseguran sus intereses. Así logran el saqueo.

El falso Estado, el pequeño y débil tiene derecho a la soberanía, pero sin el poder para conquistarla y conservarla, la pierde y no alcanza la condición de Estado auténtico.

El Nacional

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