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QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

La corrupción.-

Por: Rafael Ciprián
(rafaelciprian@hotmail.com).-

La corrupción administrativa es el cáncer del Estado. Padece esa enfermedad desde su nacimiento. Surge viciado, porque como aparato político cumple la función de administrar los intereses públicos en beneficio del grupo que lo controla.

Preserva sus privilegios con el monopolio de la violencia organizada, en perjuicio del resto de la sociedad.
Por eso los sectores sociales dominantes no creen realmente en la honestidad en el manejo de los fondos públicos. Ellos ejercen la doble moral con un doble discurso.

Hacia adentro, hacen y dicen lo que sea necesario para incrementar sus riquezas, con robo directo del erario o con compras y contrataciones amañadas en el procedimiento y en los montos envueltos. Realizan el reparto.

Y hacia afuera, hacen y dicen lo que desean que los otros crean, para lucir éticos y respetuosos de la moralidad pública.
Cierto, ese doble comportamiento sirve para beneficiarse grupalmente. Su acumulación de riquezas la justifican con la idea de que deben prepararse para continuar gobernando, y sin limitaciones económicas.

En la administración pública hay también las individualidades. Tienen conciencia social, nacional, política, de clase, de sujeto y de pertenencia a la comunidad. Se caracterizan por la ética y la honestidad en sus actuaciones. Son la excepción que confirma la regla.

Todos los Estados que existen en el mundo, unos más y otros menos, sean grandes o pequeños, sufren del flagelo de la corrupción. No hay excepción.

La diferencia consiste en que, en los países con instituciones fuertes, la corrupción probada se castiga contra todos los corruptos. Funciona el sistema de consecuencias. En los países con débiles instituciones, depende del corrupto, sus compromisos y amarres políticos.

Ahí está la explicación para comprender a fondo el manejo clientelista, patrimonialista y corrupto de los Estados como el nuestro, donde la clase dominante no tiene conciencia del rol social y político que debe jugar. No se ha constituido en clase gobernante.

Como clase dominante solo se preocupa por hacer su acumulación originaria del capital. No guarda las formas, ni le importa el país ni su población. Y sus intereses los resguarda en el exterior. La clase gobernante cuida las formas y evita los escándalos. Respeta la institucionalidad. El que viola el sistema jurídico es enemigo de sus intereses, porque atenta contra la paz social y del mercado, necesarios para sus negocios.

Sabemos que las condiciones internacionales del combate contra la corrupción están cambiando. Las potencias desean cero corrupción, para ellas competir con la ventaja de su alta tecnología y bajos costos en sus propuestas, frente a los concursos para compras y contrataciones de bienes y servicios públicos. Verdad monda y lironda.

El Nacional

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