A la artista plástica dominicana Raquel Paiewonsky le interesa la exploración del cuerpo y sus pulsaciones naturales como un elemento más del gran escenario que nos rodea desarticulando así nociones sesgadas sobre género, raza, clase, espiritualidad y desarrollo.
Así lo expresa en referencia a su muestra “Amor, amor: pulsaciones de la tierra, la casa y la piel”, abierta en una residencia familiar restaurada en el Centro Histórico de Santo Domingo, calle Las Mercedes No. 200 esquina Duarte.

Paiewonsky lo define como un proyecto expositivo que a través de nueve obras, en distintas disciplinas, celebra la relación trasversal del cuerpo, el espacio íntimo y la naturaleza.
“Me interesa producir obras de arte de semántica abierta, que puedan iniciar conversaciones y reflexiones que considero necesarias, permitiendo que mis interlocutores puedan generar sus propias ideas y cuestionamientos en torno a la obra y lo que esta plantea”, responde a la pregunta de cómo quiere que sus obras sean interpretadas.
Manifiesta que las obras que conforman esta individual han sido producidas en un periodo de más de dos años y se alimentan de una producción previa de décadas.
“Es un momento puntual en mi trayectoria donde no solo quiero honrar las prácticas artísticas que me anteceden, sino también honrar lo que entiendo que es la manera plausible de presentar un cuerpo de trabajo de esta escala y cuya semántica está atada al espacio que ocupa”.
Agrega que esto ha implicado asumir cierta independencia y todos los retos que implica gestar y producir un proyecto cultural más allá de los museos y el apoyo institucional. “Este proyecto es una oda a la vida de todos los que quiero, los que están y no están y me ha llevado a afinar mi creciente interés en lo simple, en lo básico y lo esencial”, define.
Poderes femeninos
Las obras de Paiewonsky son una dedicatoria a los poderes femeninos y además de la experiencia visual, la exhibición plantea nuevas posibilidades en el ámbito artístico nacional, fomentando una mirada que reconozca al arte como un diálogo activo, un proceso de aprendizaje y un vínculo a través de la narrativa artística.

La muestra está compuesta por nueve cuerpos.
Las obras tienen como curadora y crítica a Rossina Cazali, quien manifiesta que “el título incluye la palabra amor como un reto a pensar el territorio de los afectos más allá de sus complejidades históricas, sus confusas interpretaciones y vivencias. En esta óptica, nos interesa proponer la intersección entre amor y pulsiones de la naturaleza, como una teoría y una práctica significativa, trascendente y urgente”.