Semana

REFLEXIONES DE NAVIDAD

REFLEXIONES DE NAVIDAD

Aprendamos de Jesús –

La violencia, la paz, la seguridad e inseguridad, de una sociedad cualquiera, no son casuales, sino causales.

Estas son, casi siempre, el producto de la violación constante, sistemática y progresiva de las reglas y normas legales, éticas y morales y religiosas a que ha sido sometida una sociedad cualquiera. Nuestra sociedad no puede ser una excepción.

La violación a esas reglas y normas es vieja. En nuestro país comenzó con el asalto de los españoles a la sociedad nativa de nuestra isla en aquel fatídico año de 1492. Nuestros nativos fueron víctimas de la codicia proveniente de un mundo que, a lo largo de los siglos, había renegado al amor y el respeto a la vida.

Un mundo donde la sed de oro se había convertido en el nuevo Dios de los sectores dominantes de entonces. El poder se expresaba, como hoy, en un constante avasallar a todo aquel que estuviera colocado por debajo de su grupo de poder.

Y así nuestros “indios” fueron aniquilados inmisericordemente, porque el oro inanimado valía más que la vida, que el honor y la dignidad humana. Se casaron como aves a los hijos libres de África y se trajeron en barcos como mercancía sin alma.

Se maltrataron hasta morir, mientras sus lágrimas y sangre amargas, producían el dulce de la caña, para llenar los bolsillos de los verdugos intrusos.

Así se fomentó una cultura de desprecio a la vida del de abajo, que aún perdura, porque así fue hasta la llamada “abolición de la esclavitud”. Y continuó durante los años posteriores a la “Independencia de la República” y caen abatidos verdugos de la talla de Lilís y Trujillo.

Porque la violencia, en el marco de una cultura de violencia, nos alcanza a todos. Nadie se escapa. Ni rico ni pobre, ni dominante ni dominado.

Esto debe y puede acabar. Pero necesitamos de grandes esfuerzos. Esfuerzos mancomunados desde arriba hacia abajo.

Pero mancomunado en torno a un eje temático fundamental, como es el respeto a las reglas y normas que nos proporcionan la ética y la moral, la Constitución y las leyes, así como una serie de reglas que se encuentran en la sagrada Biblia.

Sí, esa Biblia que tenemos dentro de nuestro escudo, abierto en el Capítulo 8, Versículo 32, que expresa “y conoceréis la verdad y la verdad os hará libre.

Necesitamos de la ética y la moral, porque ellas, como dos hermanas gemelas, son un gran soporte para el ejercicio de la virtud que se le impone al “individuo como una obligación dirigida a preservar la integridad social”. La ética y la moral nos ayudan a pensar y actuar en colectivo.

Nos separan del individualismo y el grupismo heredado, al extremo de que negamos en la práctica, básicamente política, el deber que nos impone nuestra Constitución, cuando el numeral 3 del artículo 216 nos señala, que, entre los fines de los partidos está el de “Servir al interés nacional, el bienestar colectivo y el desarrollo integral de la sociedad dominicana.

De esto no se han acordado nunca, salvo muy honrosas excepciones, los dirigentes políticos nuestros. Por eso estamos como estamos.

Hemos desarrollado una sociedad donde muy pocos lo tienen todos y donde muchos no tienen casi nada. Se ha fomentado en toda nuestra historia, una sociedad injusta, excluyente e inequitativa, la cual fomenta y desarrolla, como mecanismo compensatorio, desgraciadamente, la violencia y la delincuencia.

Meditar sobre lo religioso en esta navidad, junto a nuestra familia, amigos y relacionados, puede ayudarnos a comenzar a enrumbar por mejores senderos a nuestra consternada sociedad.

Si, nada sería mejor que, en estos días que nos recuerdan el nacimiento de Jesús, comencemos a provocar en nosotros un gran cambio: el cambio del espíritu, para que amemos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

No debemos ignorar la profundidad y la importancia que tienen esas palabras, para lograr elevar nuestros sentimientos, cambiar el pensamiento, para cambiar la realidad.

Nuestra triste realidad donde las lágrimas y el dolor se aposentan, lamentablemente, y de repente, en cualquier hogar; en cualquier familia. De la sagrada Biblia hay cosas que, para la convivencia pacífica y no crear ronchas injustas que nos ocasionen problemas no debemos olvidar, por ejemplo, cuando en Proverbio, capítulo 6, Versículos del 16 al 19 nos dice que “Seis cosas aborrece Jehová/ Y aún siete abomina su alma: / Los ojos altivos, la lengua mentirosa/ las manos derramadoras de sangre inocente.

El corazón que maquina pensamientos inicuos;/ Los pies presurosos para correr al mal. / El testigo falso que habla mentiras. / Y el que siembra discordia entre hermanos”. Si aprendemos estos y no lo hacemos, comenzaremos a sembrar la paz.

Para seguir avanzando hacia la paz, honremos a Jesús en esta navidad. Entendamos su mensaje de amor y justicia.
Apliquemos su profética expresión en el Capítulo 5, Versículo 17 que nos habla de Jesús y la ley, señalando Jesús que “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”.

Si entendiéramos esto, si entendiéramos que lo que salvará al mundo, no será el que cada maestro llegue al poder con su librito, sino que nos acojamos a la Constitución y las leyes, para que hagamos lo que hay que hacer: “que se cumpla con la ley”.
En estas navidades, por favor, para que reine paz, aprendamos de Jesús.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación