El que el poder está en el centro de la vida humana no es ninguna novedad. La historia de la Humanidad, al menos hasta donde hay registro, ha sido una continua lucha en torno al poderl. Es una prolongada, interminable “mesa sacrificial” donde, en su búsqueda mueren cantidades interminables de seres humanos.
Y como van las cosas, analizando con toda atención nuestro mundo y las experiencias de los conflictos que se suscitan, nada indica con certeza que estemos prontos a entrar en un paraíso libre de guerras, donde las luchas por espacios de poder desaparezcan.
El ser humano no puede vivir si no es en sociedad. El individualismo aislado no es más que un mito que sólo se lo cree Tarzán. Lo humano implica la relación, lo social, la cultura.
Fuera de esa matriz, no hay ser humano. Pero eso implica también una tensión originaria, una carencia primera que nunca se termina de colmar: la relación con el otro nunca es de absoluta solidaridad amorosa.
El conflicto, la tensión, la diferencia están en la base de lo humano. De aquí que nuestra vida nunca pueda ser la regularidad, la “tranquilidad” asegurada por lo instintivo. La búsqueda perpetua de algo que no sabemos qué es, es lo que nos mueve, por siempre jamás. Y así llevamos ya dos millones y medio de años.
Que la búsqueda del poder esté en nuestros genes, es imposible afirmarlo. Quizá, incluso, sea irresponsable decirlo así, porque no hay forma de demostrarlo.
Pero sí es incontestable que, por lo menos el sujeto histórico del que podemos hablar, afincado en la sociedad de clases y con idea de propiedad privada, se recorta en relación a él.
La apuesta es construir una sociedad de pares, de iguales, donde no existan estas luchas interminables en torno al poder. Ello debería implicar que podemos soportar sin angustiarnos la finita condición humana, el sabernos limitados. Puede resultar quimérico, pero el desafío está abierto.
Aquellos hombres que tienen un poder real en la sociedad son hombres solitarios, que no tienen amigos, y que si los tienen, en lo más profundo de su conciencia tienen la duda de si esa amistad es sincera, o sólo una amistad utilitaria e interesada.
Por: José Antonio Torres josetorres60@hotmail.com