Opinión

Reyna Nivar: impune

Reyna Nivar: impune

Susi Pola

En la madrugada del 15 de febrero pasado, regresando de festejar San Valentín con su pareja y padre de su hijita de dos años, ya en la casa donde ambos convivían, con una amiga como testigo, Reyna Nivar de 22 años, fue asesinada por Franklin Caraballo.

El feminicida, después de acuchillar de varias estocadas a su compañera, cerró la puerta de la casa para que la amiga, testigo del crimen, no pudiera buscar auxilio rápido. Caraballo, salió despavorido, en ropa interior y ensangrentado, huyendo de la escena del crimen, sin que se sepa de él hasta el día de hoy.

Sin reponerse de la pérdida, Kenia Neris, madre de Reyna, los hermanos y el abuelo, lamentan la impunidad en que ha quedado este crimen, sin resolver a cuatro meses de haber sucedido, en la desesperanza que se profundiza cuando no hay respuesta alguna al dolor que provoca la pérdida de un ser querido en estas circunstancias.

Porque Reyna, a sus 22 años, con una hijita de 2, tenía un mundo lleno de proyectos y de vida, es seguro. Lo primero, ver crecer a su niña, una apuesta sin sombra por su juventud saludable y otros planes que motivaban su esfuerzo. Su trabajo como bartender en una discoteca de Villa Altagracia, la mantuvieron en riesgo permanente, porque Franklin Caraballo, machista violento y celoso reincidente, la golpeaba con frecuencia, al punto de que en varias ocasiones debió huir por sus agresiones.

Muchas veces se ha explicado la inercia de las víctimas frente a la violencia de las relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Una sucesión de mitos las encadenan, junto al miedo y las amenazas que acompañan a los maltratos y la culpa permanente por no poder ser la mujer modélica que promueve la cultura, obediente, sumisa, entregada. El temor de no volver ¨derrotada¨ a su casa materna, la pobreza afectiva y de dinero, y otras creencias inculcadas, seguramente fue la compleja combinación que presionó a Reyna a permanecer en una relación violenta, como muchas de las mujeres que terminan asesinadas por sus verdugos.

Quizás eso se entienda. Lo difícil de comprender es la impunidad de este crimen. No cabe duda que el asesino en su aparatosa huida, lleno de sangre y en paños menores, consiguió la complicidad de alguna persona y en el tiempo, la copartícipe pasividad e inacción de la justicia.

Franklin Caraballo es oriundo de La Romana, está suelto y listo para seguir matando. Es un feminicida apoyado por el sistema deficiente.

El Nacional

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