Opinión

Salomé versus Ulises

Salomé versus Ulises

Reconozco que yo tampoco he podido terminar el Ulises, en búsqueda del terrible estilo de lo moderno en la novelística, del escritor irlandés James Joyce y que lo que llamó mi atención sobre Irlanda fue la masiva emigración de su gente durante la crisis de la papa, a los Estados Unidos, y la terrible discriminación a que fueron sometidos los irlandeses, a pesar de que eran tan blancos como los italianos y los judíos, porque así es el ser humano, nunca se aplica el amar a los otros y otras como a sí mismo.

Tampoco he podido indagar sobre los índices de analfabetismo de Irlanda, durante la vida de James y si en su país alguien entendió en su momento lo que escribió este genio de lo terrible, realidad que normaba la vida de su país y generación, como la nuestra.

Somos un país de pobreza extrema, de incestos, de drogas, de alcoholismo, de feminicidios, y de excesos de toda índole, como el famoso de las champanceras y su gasto diario de cien mil pesos, en esa horrible bebida que a Ernesto Cardenal le sabe a pipí. Nación donde predomina el desempleo y mueren en intercambios de disparos aproximadamente 600 jóvenes al año, víctimas de jóvenes de su misma clase y origen, pero ideológicamente uniformados.

Si hemos de considerar una Feria del Libro que responda a las necesidades populares, no que las supla porque para ello está el Estado, hay quemirar hacia lo que hacen otras Ferias. En la cubana todos los escritores galardonados con el Premio Nacional de Literatura, se suben a una guagua y recorren el país, para que las gente los conozca, sepa que han hecho y han publicado, para que su existencia sea algo más que un nombre impreso. De ese modo los escritores y escritoras aterrizan y dejan de desgastarse en discusiones estériles, o en publicaciones que solo sirven de escalón para mojar las plantas, o quitar el polvo en las bibliotecas.

Dicen que con el plan de alfabetización salimos del analfabetismo. La pregunta es si saber escribir el nombre conducirá a un interés por la lectura y si a esta primera fase de descubrimiento de las letras le seguirán otros, de construcción colectiva de textos donde la gente cuente su historia, diga su palabra y descubra para que sirve leer y escribir como reflexión cotidiana, y liberalizante.

Y este proceso no tiene por qué ser austero, gris, obligatorio. Debe ser lo que es, una fiesta donde se exprese la vitalidad de lo popular y se aplique aquella exigencia de todo intelectual verdadero, en una república semianalfabeta, desnutrida, bombardeada con una autoimagen no puede asumir: comunicarse.

El Nacional

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