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Salud dominicana

Salud dominicana

Eduardo Álvarez

Virtud que nos identifica. Con certeza, nuestro país puede presentar los servicios médicos, en diferentes especialidades, como excelentes en materia de salud, pública y privada.

Altamente competitivos, nos permite ser punteros en un sector esencial del que dependen las demás actividades productivas. No hay motivos más poderosos para emprender grandes o pequeñas tareas como la salud. Razón y sostén de vida.

Hemos logrado un sitial preferencial en el desarrollo de la medicina, gracias a la preparación, dedicación y entrega de especialistas en diferentes ramas cuyo destacado ejercicio nos acreditan como uno de los mejores destinos de la región en materia de salud.

No sería exagerado asegurar que nuestro país cuenta con los mejores cardiólogos, bien preparados, equipados y actualizados en los avances tecnológicos de la medicina. Destacan, en ese orden, otras especialidades que la falta de espacio en esta columna nos impide enumerar. No puedo dejar de mencionar, sin embargo, a mi cardióloga Eliany Mejía, en quien nos inspiramos para redactar estas líneas.

Pero lo más importante de todo esto es que nuestros médicos conservan, en su mayoría, el don de la afabilidad y el trato personal que tanto contribuye a la recuperación de los pacientes, sobre todo, a los que padecen de una enfermedad muy grave o terminal. Confiamos siempre quienes guardan la fe, y de eso podemos sentirnos orgullosos y seguros.

El legado de la honestidad, cordialidad y desprendimiento, resultado del juramento hipocrático y la propia naturaleza del dominicano, también contribuyen a que nuestros médicos se hagan sentir más cercanos. “La dulce piedad es el símbolo de la verdadera grandeza”, a decir del poeta. A lo que debemos agregar, con palabras nuestras: el amable tratamiento hace más efectiva la medicina. ¡Salud!