Mientras más recaudan, más gastan. Ahora se propone el Gobierno utilizar la reforma fiscal como bálsamo para apaciguar los dolores desatendidos. Reformas planteadas, discutidas, y todo termina en lo mismo: siempre falta dinero.
Entonces, quienes pagan Impuestos, generan empleos y crean riqueza, y los que demandan mejores servicios de salud, educación, seguridad pública, mejores vías de comunicación, más empleo…, requieren superar esos déficits, pero el Gobierno sólo ha sabido hacer un uso irracional del dinero público sin una orientación administrativa firme y segura.
Se ha obrado al azar y a su capricho y sin un manejo eficiente, y vemos que sólo se actúa cuando se generan portadas de periódicos, que influyen en vista de la falta de una oposición más crítica pues se utiliza y termina siendo un recurso.
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La verdad irrefutable es que ningún gobierno anterior ha tenido el ingreso de dinero recaudado y recibido de empréstitos (billones de pesos y miles de millones de dólares) suficientes para una obra descomunal, pero casi todo dirigido a gastos corrientes. Verdadera inconsciencia presupuestívora.
Hoy al igual que ayer fundados son los temores al descontento por la búsqueda de calidad democrática y calidad de vida; también a que la democracia sea más que la celebración de elecciones.
Pero se necesitan recetas para todos los sectores porque ha habido demasiados tramposos que evaden pagar los impuestos, otros que los cobran y no lo entregan al fisco, y el Gobierno que malgasta y genera multimillonarias pérdidas entre las cuentas de sus entidades, y otros que le deberán retirar los estímulos.
Es por eso que hay tantas objeciones y reacciones negativas y un reclamo contra la corrupción y la suciedad en la política cuando se pretende poner impuestos.
Por tanto, aunque progrese la economía, hay que mejorar la calidad de los funcionarios que no conectan, y hacer promesas realizables porque nadie está dispuesto a tolerar semejante escarnio.