Los partidos de la oposición, ya empequeñecidos no obstante la imagen proyectada, perdieron la oportunidad de presentarse unidos en las elecciones de mayo recién pasado. Sin embargo, tras el conteo de los votos optaron por convertirse en un instrumento de presión política, tratando de ganar el terreno perdido. Y es correcto, puesto que en vez de fajarse a llorar tratan de colocarse a la ofensiva.
Rechazo sus alegatos de gran fraude electoral en su contra, porque individualmente fueron vistos por el ciudadano y las propias encuestas como grupos llamados a perder. Y perdieron, además de mostrar un comportamiento muy individualista, unos asistiendo a los comicios con partidos sancochados, construidos para el momento, sin maduración alguna. Respuestas emocionales para situaciones políticas.
Su preocupación por la composición de la JCE y de las llamadas altas cortes es legítima, lógica, y es y debe ser una excelente oportunidad para el partido en el gobierno de aprovechar al conjunto, todos unidos, en aras de concertar para la llamada fortaleza de nuestras instituciones y del espacio democrático. No comparto las premuras de la oposición por los puestos o nuevos funcionarios, movería mis intereses hacia reformas más profundas del sistema de partidos y sistema electoral, para usar el lenguaje de todos.
Sin embargo, seguimos con viejas costumbres. El agua hierve mientras vamos lavando el arroz. El ritmo lo establece el agua que está sobre el fogón, de modo que si el arroz quedó bien o mal lavado, importa poco.
La oposición, muy a pesar de actuar coyunturalmente unificada, sigue débil, y opuestos entre sí. Han logrado colocar en la opinión pública el aparente buen deseo de dialogar, de salidas negociadas, aunque debe reconocerse que el voto dio el 60 y tanto por ciento al partido de gobierno, a la reelección, de manera que pretender imponer una agenda de discusión, muy a pesar de la benevolencia del diálogo, es irrealista.
La realidad es una: ya que perdimos, que se nos de participación en la recomposición de la JCE y en las llamadas altas cortes. Para todo, el rio ha de estar manso, en el río revuelto perderán mucho más. E insisto, la oportunidad es del gobierno y del PLD por encima de lo que está a la vista sin tener que renunciar a la humildad, a la sencillez, a la ecuanimidad.