Opinión

Sociología del amor (3)

Sociología del amor (3)

Por: Efraím Castillo
efraimcastillo@gamail.com

 

 
Pero ese sentimiento, ese afecto que evolucionó como concepto desde el estremecimiento animal del australopitecus y el imperio de las feromonas y sus mensajes químicos, hasta el asombro hacia lo invisible del pensador griego, fue magistralmente sintetizado por el filósofo danés Sören Aabye Kierkegaard, llamado el poeta de Dios, como una noción «anclada en la más honda interioridad del hombre, logrando que a través de él se logre la absoluta igualdad entre los seres humanos».

Al respecto, Kierkegaard fundó la más hermosa teoría para distinguir los tres elementos que dinamizan el amor: el amante, el amado y lo que está entre ellos.

Este tercer elemento que logra integrar el amor, es para el filósofo danés, desde luego, la presencia de Dios, la cual equilibra y sostiene el sentimiento entre el amante y lo amado, transfigurándolo en una pura esencia. Esta percepción Kierkegaard la define como «una expresión donde el amor de sí queda vinculado al amor del prójimo y a la felicidad que brota desde esta maravillosa fusión», afirmando que «el signo último, más feliz e incondicionalmente convincente del amor, es éste: el amor mismo, que es conocido y reconocido por el amor en el otro».

En la teoría de Kierkegaard el amor es «la suprema perfección», porque —y tal como lo expresaban los griegos— «representa a Dios», sosteniendo el filósofo danés que «la relación a través del amor supera el egoísmo, instaurando la igualdad entre los seres humanos a través de Cristo.»

Para Sören Kierkegaard son tres los estadios que permite al individuo llegar, existencialmente, al saber de la vida, echando a un lado esa angustia que nos roe por el miedo a la muerte:

El estadio estético, el estadio ético, y por último, el estadio religioso.

Desde luego, es a través del amor donde, precisamente, Kierkegaard desarrolla mejor la esquematización de estos estadios, ya que en el estadio estético se valora el goce y la temporalidad; en el estadio ético el deber sitúa al amor en un clima adecuado, potenciando la cualidad amorosa y declarando puro y bueno todo lo que procede del amor; y en el estadio religioso, no tiene cabida la racionalidad, sino el salto al vacío hacia la Fe y a los imperativos religiosos. Para Kierkegaard la Fe va más allá del ideal ético de la vida y «la figura que mejor encarna este estadio es Abraham, quien está dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, porque así se lo ha pedido Dios.»

El Nacional

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