Opinión

Sociología del amor

Sociología del amor

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Efraim Castillo
efraimcastillo@gmail.com

Como una reafirmación en la evolución cultural de ese sentimiento —que para Sigmund Freud, junto al de la pena y del odio sirven para esclavizarnos al otro—, José Vasconcelos, el eminente político y pensador mexicano, creador de la más ardiente revolución cultural de Latinoamérica, afirmó que «amar, es entre todos los sentimientos del alma, el que más se parece a la eternidad, el que más nos acerca a ella». El pensamiento de Vasconcelos no hace más que reafirmar lo que para los vedas, sumerios, griegos, latinos y cristianos ha sido la explicación de la razón primordial de la existencia: sólo dándonos al otro emigramos hacia lo inmortal. Y es por eso que entre las grandes obras del patrimonio cultural universal sobresale el Nuevo Testamento como líder del amor y del perdón.

En un pequeño estudio que realicé sobre algunas obras bibliográficas, me sorprendí que en La Ilíada la palabra amor y sus relacionadas aparece sólo dieciséis veces; en el Diario de un naturalista, de Charles Darwin, seis veces —y ni una sola en su obra primordial, El origen de las especies—; diez veces en Mi lucha, de Adolfo Hitler; cinco veces en La división del trabajo, de Emile Durkheim, uno de los padres de la sociología; una sola vez en Mis creencias, una vasta recopilación del pensamiento de Albert Einstein; noventa y cuatro veces en el Viejo Testamento, de las cuales treinta y tres pertenecen a los salmos y otros escritos de David, y diecisiete a los de su hijo Salomón. Todas estas palabras suman ¡ciento ochenta y nueve!, mientras que en una sola obra, el Nuevo Testamento, o la obra de Jesús, la palabra amor es citada ciento cuarenta y ocho veces.

Esta simple aritmética nos empuja hacia una conclusión también sencilla: que Jesús, con el ejemplo de su vida, nos enseñó la trascendencia del amor; nos marcó una senda donde el odio, la pasión desenfrenada, la venganza, la apatía y el rencor, sólo pueden ser erradicados a través del más puro de los sentimientos, el amor; ese amor vinculado al sacrificio, al perdón y a la búsqueda de las esencias divinas, tras reconocer nuestras imperfecciones.

Así, lo que fue un afán de reproducción signado por la atracción carnal en el paleolítico; lo que mantuvo al ser humano durante siglos aterrado por el ojo por ojo y diente por diente; lo que se constituyó en un espanto permanente ante el engañoso tótem; lo que envileció a pueblos enteros por el flagelo de la esclavitud… ¡se convirtió a través de Jesús en esperanza, en redención, en una sustancia que no vemos, pero que sentimos, y que nos ata a Dios!

Sí, lo podemos afirmar a los cuatro vientos, que ese pasado oscuro, tenebroso y vengador, se tornó en luz, comprensión y sabiduría… ¡a través del amor!

 

El Nacional

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