Que el proyecto del Código Penal tenga más de 20 años reposando en las cámaras legislativas no justifica la celeridad con que de buenas a primeras ha sido desempolvado y sancionado.

El Senado, con una prisa de espanto, lo hizo en dos lecturas y ahora la Cámara de Diputados lo acaba de aprobar en una primera y lo ha enviado a comisión.

Como si se tratara de acuerdo de las dos cámaras, dominadas por el PRM, el método que se ha seguido en torno a la pieza ha sido el mismo.

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Se aprueba en una primera lectura y se envía a comisión. Pero como las comisiones están integradas por los mismos legisladores que votaron a favor del proyecto, es obvio que su suerte está marcada.

En la Cámara de Diputados, cuyo presidente Alfredo Pacheco dijo que sería sometido a examen, cien congresistas votaron a favor y solo nueve en contra. La comisión que lo estudiará estará compuesta por la mayoría y no por la minoría.

El único problema esta vez no son las causales, cuyo rechazo legislativo ha sido muy manifiesto. El problema es la prisa en salir a la carrera de un proyecto, sin importar el tiempo y ni siquiera que ya haya sido debatido.