El ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo no ha supuesto, 61 años después del histórico acontecimiento, la eliminación de los perniciosos rasgos con que se marcó a la sociedad.

La concentración del poder, el autoritarismo y el vasallaje que caracterizaron los 30 años de dictadura no han desaparecido no solo del ejercicio del poder, sino del comportamiento social.

Esa secuela nefasta es parte de los muchos daños con que la dictadura de Trujillo marcó al pueblo dominicano. Al conmemorarse hoy otro aniversario del tiranicidio hay que rendir honores a todos los participantes en la conjura para liberar a la nación del yugo que suprimía las libertades.

Con un control absoluto de la población a tal punto que había que solicitar permisos para desplazarse por el territorio, los conspiradores se cubrieron de gloria con la sola decapitación del tirano.

Había que tener valor espartano para ejecutar a Trujillo como el demostrado por Modesto y Juan Tomás Díaz Quezada, Salvador Estrella Sahdalá, Antonio de la Maza Vásquez, Amado García Guerrero, Luis Manuel “Tunti” Cáceres Michel, Pedro Livio Cedeño, Roberto Pastoriza Neret, Huáscar Tejeda Pimentel y Antonio Imbert Barrera.

La conspiración incluía a Luis Amiama Tió y otros con otros roles. Trujillo se dirigía a San Cristóbal cuando en el kilómetro 9, hoy 30 de mayo, fue emboscado y acribillado a balazos en uno de los acontecimientos más memorables de la historia dominicana.