Opinión Articulistas

Tolerancia peligrosa

Tolerancia peligrosa

Orlando Jorge Villegas

La Encuesta de Cultura Democrática 2022-2023, realizada por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPyD) de la República Dominicana, reveló preocupantes datos en torno a la percepción de los dominicanos sobre la corrupción.

Un 67.1% de los dominicanos considera que un familiar o amigo en un cargo político debería ayudarle a conseguir empleo en el gobierno, mientras que el 80.4% apoya que quienes trabajaron en campañas políticas obtengan empleos o contratos públicos.

Además, el 50.9% estaría dispuesto a tolerar la corrupción si sus problemas personales se resuelven. Estos hallazgos reflejan una preocupante normalización de prácticas corruptas y una erosión de la credibilidad en las instituciones democráticas.

En nuestro país, que ha padecido las desgracias de la corrupción, tanto pública como privada, no debería quedar lugar para la tolerancia ante estos actos. Sin embargo, parece que la falta de educación cívica y el desconocimiento del ciudadano común sobre las verdaderas repercusiones de la corrupción han alimentado esta complacencia.

Atrapados en la urgencia de sus necesidades diarias, exacerbadas por la pandemia, las guerras y un escenario mundial que ha disparado el costo de vida, muchos dominicanos no logran ver más allá de lo inmediato. No alcanzan a comprender cómo, a largo plazo, esta permisividad erosiona nuestro bienestar colectivo y frena nuestro desarrollo.

El presidente Abinader llegó al gobierno en el año 2020, y lo hizo bajo la bandera de un cambio y la promesa de atacar la corrupción. Bajo su liderazgo, la República Dominicana ha visto una nueva forma de abordar los casos de corrupción, optando por no tolerar ni apoyar la impunidad, a diferencia de administraciones anteriores.

Sin embargo, resulta desalentador observar que, a pesar de estos esfuerzos por promover la transparencia y fortalecer la institucionalidad, más de la mitad de la sociedad aún normaliza estas prácticas.

La conformidad con la corrupción en nuestra sociedad es un reflejo inquietante de la pérdida de confianza en la clase política,un fenómeno que afecta los cimientos de la democracia y desalienta la participación de ciudadanos íntegros en la vida pública.

Este desencanto, tan peligroso para el futuro del país, se asemeja a lo ocurrido en otras naciones donde la corrupción arraigada ha debilitado las instituciones y sembrado la apatía.

Debemos, como sociedad, rechazar la complacencia y exigir responsabilidad y transparencia en el manejo de los recursos públicos. Estas cifras son un severo recordatorio para los políticos de hoy: la necesidad imperiosa de actuar con honestidad para recuperar la fe del pueblo, aún si no fueron ellos quienes la traicionaron.

El Nacional

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