La República Dominicana parece tomar un camino atestado de ucronías. O sea, los gobiernos tradicionales proclaman un supuesto crecimiento económico y de paz que, en el devenir histórico, son simples hipótesis. Siempre a favor de oligarcas y empresarios.
Esta historia ucrónica se ratifica aún más cuando recientemente, el presidente Luis Abinader, sin necesidad, dirigiéndose a los miembros del Consejo Nacional de Hombres de Empresas Privadas,(CONEP) declara con desenfado que es presidente de los empresarios. Una falta de tacto, e indiscreción política.
La corrupción es un flagelo que ha hecho mucho daño al pueblo dominicano. Pero también gobernar para los empresarios como pareció establecerlo el mandatario, sería igual de dañino para las masas desamparadas. Se supone que Abinader es el presidente de todos, entre ellos, del empresariado. Pero ratificarlo parecería la puerilidad política de un presidente, urgido, no por auténticas pericias, sino por ciertas urgencias; sin certeras habilidades políticas y estratégicas.
El desaparecido líder José Francisco Peña Gómez no habría expresado tan desafortunado criterio; pero tampoco un ser tan ocurrente y chocarrero como Hipólito Mejía. Con todo y los actos de corrupción de sus pasados gobiernos, Danilo Medina, no se atrevió a externarlo.
Y parecería que el mensaje oculto de Abinader es decirle al pueblo dominicano: “no jodan tanto, que estas son mi gente”. En otras palabras, el mandatario parece confirmar aquello de que las clases no se suicidan. Ojalá sirva de reflexión a un pueblo anestesiado.