Editorial

Un Ejemplo

<P>Un Ejemplo</P>

La  donación de una flotilla de ambulancias que ha hecho el  pelotero  de Grandes Ligas Robinson Canó a San Pedro de Macorís constituye un gesto de gran significación moral para la sociedad  dominicana porque se trata de una acción solidaria de un  exitoso deportista  a quien la fama ni el dinero lo  han apartado de   los suyos ni  alejado de la comunidad que lo vio nacer.

Los vehículos donados por  Canó serán usados por una Dirección de Emergencia Municipal que  agrupa a las instituciones de  auxilio y socorro de  esa provincia y que  estarán disponibles  las 24 horas sin costo alguno para la población, lo que sin duda  ayudará a salvar muchas vidas de  ciudadanos afectados por urgencias médicas.

 Consolidado  como  jugador  estelar de los Yankees de Nueva York en el béisbol de Liga Mayor, Canó pertenece a un selecto grupo de  deportistas  que representan  ejemplos de elevados valores, como aprecio y respeto por la familia,  sanidad profesional, humildad personal, solidaridad con los demás y gran fervor patriótico.

Una juventud afanosa por progresar en los deportes o en cualquier otra actividad, debería  verse en el ejemplo de Robinson Canó, el muchacho de San Pedro de Macorís,  que tocado hoy por el  éxito profesional,  es inmune a la vanidad y posee un corazón solidario del tamaño de una montaña.

El látigo

El contenido de la  Carta Pastoral  que han emitido los obispos dominicanos con motivo del Día de La Altagracia, es como látigo con  el que la Iglesia  flagela   la conciencia nacional que  considera atribulada por  una profunda crisis moral. Ningún sector de la vida nacional puede considerarse libre de pecado conforme  a ese llamado de alerta de los obispos que a la vez  se erige  como  contundente reprimenda  al hacer o no hacer, que pone  en relieve  flagelos tan  agobiantes como  la creciente  violencia contra la mujer,  así como la rampante corrupción. Gobierno, núcleo familiar y medios de comunicación  quedan incluidos en  la ácida reprimenda  contenida en la Carta Pastoral, que considera  que la nación está afectada  por una gran crisis  humana y moral,  que los obispos temen se haya  enquistado en el alma nacional. El látigo  de la Iglesia  azota a todos los mercaderes del templo nacional y para que no haya lugar a duda sobre  el  alcance de  sus críticas y preocupaciones, los obispos se flagelan a sí mismo, al  confiar “a la entrañable misericordia de Dios, los errores y desaciertos” que  se puedan atribuir a la Conferencia del Episcopado Dominicano. ¿Quién se anima a tirar la primera piedra?.

El Nacional

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