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Un ladrón honrado

Un ladrón honrado

Ramón Rodríguez

Víctor Hugo y Fiódor Dostoyevski, cumbres universales de la literatura. Dos conocedores profundos del alma humana que recibieron conmovedores elogios de Sigmund Freud, aportaron a la humanidad dos obras imperecederas que resaltan la honradez de dos ladrones legendarios: Jean Valjean y Yemelián IIiich.
Ante la extrema pobreza de su familia y los gritos ensordecedores de un niño hambriento, el héroe de ‘’Los Miserables’’: Jean Valjean, no tuvo más opción que robar un pedazo de pan, acto delictivo que lo lleva a cumplir cinco años de cárcel que fueron extendidos a 19 por sus intentos de fuga.

Valjean tiene una razón justificada para delinquir: necesidad extrema, pero la sociedad francesa decimonónica no perdonaba esas inmoralidades. Victor Hugo no sólo nos presenta la honradez de Valjean, sino su capacidad para perdonar, amar y transformar con el ejemplo la conducta de los hombres.
En su magistral obra,’’ El Ladrón honrado’’, Dostoyevski, con maestría inigualable, nos muestra a Yemelián IIiilich, como el prototipo del ladrón honrado.

Paupérrimo, alcohólico, desamparado, cuyo único objetivo en su vida era drogarse de alcohol, pero con la inmensa capacidad de retractarse miserablemente ante el hecho de haber robado los pantalones de su amigo Astáfi Ivánovich, quien lo albergó, protegió y ofreció toda su confianza. Yemelián confesó su robo en su lecho de muerte, no sin antes dar prueba en su honesta confesión de estar terriblemente avergonzado y narrar las circunstancias que lo llevaron a hurtar la prenda de vestir de su protector.

En pleno siglo 21, casi dos siglos después de los ‘’ heroicos’’ robos de Valjean y Yemelián, los dominicanos estamos atentos a las investigaciones que hace el Ministerio Público sobre el supuesto entramado fraudulento que perjudica a nuestro Sistema Nacional de Salud-Senasa- con la friolera de más de 15 mil millones de pesos.

Santiago Hazim, principal acusado del supuesto desfalco al Estado, contrario a Jean Valjean y Yemelián IIiich, posee, según quienes le conocen, recursos económicos suficientes para vivir cómodamente y en armonía rodeado de sus familiares
Solamente la avaricia podría derrotarlo.

Por: Ramón Rodriguez
centrodeidiomaswashington@g

El Nacional

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