Todo indica que la reelección estaba en gestación desde mucho antes que se viera el abultamiento político que la delataba. Al principio había vergüenza y timidez para pronunciar su nombre porque la criatura que se gestaba parecía el fruto de unas relaciones prohibidas.Por eso el afán de ocultar su origen espurio. Efectivamente, se trataba de un hijo que se estaba engendrando fuera de la legalidad institucional y que nacería como resultado de unas relaciones coitales con la desmedida ambición de poder.
Cuando la criatura de la reelección estaba en su fase de desarrollo fetal, nadie quería asumir su paternidad porque no había la seguridad de que ese embarazo embarazoso arribaría a la expulsión normal, pues desde el principio los progenitores y los parteros sabían que iba a ser un alumbrado forzoso y riesgoso. Se sabía que los riesgos eran más externos que internos. Que un golpe certero dado en el vientre donde se desarrollaba el nonato podría hacerlo abortar.
Por eso salieron a la caza del sector que podría dar la patada abortadora, sabiendo como buenos guerreros que la mejor defensa es el ataque. Mientras tanto, el vientre reeleccionista se acorchaba y se acorazaba para protegerse de los previsibles golpes que se lanzarían con intenciones de interrumpir la gestación.
Y así pasaron a la ofensiva acusando y llevando a los tribunales al senador Félix Bautista sabiendo que en él se juzgaría al “hijo de Leonel” y que el hijo sería la manera más expedita de pisarle los talones al padre, haciéndole sentir en carne viva los propios miedos, sinsabores, incertidumbres, tensiones y ansiedades del “hijo” perseguido y acorralado.
Sometiendo judicialmente al senador de San Juan, y renovando ahora el expediente persecutorio contra Víctor Díaz Rúa, se conseguiría que Leonel se arredrara al sentir en sus hombros el quemante aliento de sus enemigos políticos internos y por la vía del temor neutralizarlo para que no impidiera nacer al engendro de la reelección.
De modo que en las personas de los corruptos que sufren amagos de enjuiciamientos, no se está juzgando ni penalizando a la corrupción sino castigando el atrevimiento y los afanes abortivos contra la reelección, la cual se está perfilando como medio de creación de otro grupo económicamente poderoso dentro de la corporación política que se llama Partido de la Liberación Dominicana.
En el PLD no estamos presenciando una lucha inspirada en los principios del boschismo ni en valores ideológicos, sino una especie de “pelea de perros” cayéndose a mordidas y dentelladas, y donde el leonelismo se está defendiendo con la furia y la desesperación del que ha caído boca abajo y lucha por voltearse.